[OPINIÓN] El vaso medio lleno que no «chorrea»


 

Por Yéssica Almonacid S. @yessialmonacid 
Presidenta ANEF Región de Aysén

 

Hace unos días se dieron a conocer los resultados de la Encuesta Caracterización Socioeconómica Nacional, CASEN 2017, y si bien informa que la pobreza ha disminuido, también señala que habría aumentado la brecha en la distribución de los ingresos. Esta información viene a confirmar lo que sabemos y es también preocupante: la tajada más grande de la torta sigue siendo para los mismos.

Esta profundización en la desigualdad, visibiliza un escenario donde el modelo neoliberal persiste y es avalado, y perfeccionado, por instituciones del Estado, para damnificar los espacios que requieren aún más Estado, porque en el promedio, en la cifra, en el estudio para los medios (inter) nacionales nuestro país continúa dando señales económicas saludables. Hoy el ingreso promedio en Chile es de $554 mil 493 y el sueldo mínimo es de $276 mil, una triste realidad que no se condice con el alabado desarrollo que se muestra, incluso como ejemplo en la región latinoamericana.

 

“…nos han hecho creer que debemos trabajar calladitos y “agachar el moño”, en una relación unilateral y que tenemos que agradecer porque tenemos pega…”

 

Los trabajadores construyen país, los trabajadores –dada la precarización laboral– construyen grandes riquezas que no gozan. El crecimiento se vuelve un truco de manos donde las familias poderosas absorben cada día más poder e influyen en la política de manera directa, negocian nuestro bien común a su conveniencia.

¿Cuál es la resistencia en este escenario desde los trabajadores? La organización de la clase trabajadora siempre ha pretendido la justicia social, que las utilidades de las empresas sean distribuidas de una manera equitativa con el trabajador, con la trabajadora, que haya una correlación entre trabajo y retribución, que le permita vivir dignamente y sentir que su trabajo es valorado y retribuido, lo que sumaría al bienestar y a la felicidad, porque es necesario ir más allá, de si nos alcanza o no el dinero y pensar si tenemos esa conjunción de factores que nos permitirían pensar un país feliz.

Pero economía, derechos y felicidad siempre son palabras desagregadas, la sumisión –lamentablemente- es lo que nos caracteriza como trabajadores. Se viene a mi mente la frase: “no muerdas la mano de quien te da de comer”, pues nos han hecho creer que debemos trabajar calladitos y “agachar el moño”, en una relación unilateral y que tenemos que agradecer porque tenemos pega o que el cliente siempre tiene la razón y como lugar común donde podemos sentirnos descansados, que “el trabajo dignifica”.

Hoy el Presidente de la República, Sebastián Piñera, lamenta que exista desigualdad en la distribución de los ingresos y dice que la solución es el “pleno empleo”. Pero la pregunta es ¿Qué clase de empleo? ¿Un empleo con un sueldo mínimo que no alcanza para cubrir las necesidades básicas? ¿un empleo precarizado a través del Estatuto Laboral Juvenil o el teletrabajo?, ¿un empleo inestable como el de la administración pública donde hay amenazas constantes de despidos, donde no existe indemnización por años de servicios, ni seguro de cesantía?, ¿un empleo donde no existen derechos como el caso de los honorarios?, ¿un empleo donde debas endeudarte para comprar salud, vivienda y educación para tus hijos?, ¿un empleo que no te garantiza una jubilación digna? Se equivoca el Presidente al creer que con un empleo mezquino con mirada capitalista va a mejorar la calidad de vida de las personas o se va a solucionar el problema de la desigualdad e inequidad en Chile.

El problema se va a solucionar cuando el trabajador o trabajadora sea mirado como el motor fundamental del crecimiento económico del país, cuando sean respetados sus derechos, cuando exista una legislación que considere y fortalezca todas las áreas del trabajo, como motor principal del desarrollo económico y cuando no se precarice aún más, se pueda trabajar en ambientes laborales sanos y condiciones adecuadas, cuando no haya temor de perder su fuente laboral por tener algún color político o expresarse, y mucho menos por pertenecer algún sindicato, cuando trabaje con la tranquilidad que en la vejez se contará con una jubilación digna. En definitiva, se necesita trabajo decente y que el vaso “chorree” hacia los sectores que nunca alcanzan.

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