Una lección de película


Por Jorge Azócar
Desde Buenos Aires


En la 49ª ceremonia de entrega de los Premios Óscar (1976), entre los nominados a Mejor Película, hubo 3 joyas de la cinematografía. “Rocky” fue la ganadora que contaba la historia de un buen tipo que a pesar de ser humilde y trabajar de matón nos demostró que con sacrificio se puede tocar la gloria. “Taxi Driver”, una obra de arte de Martin Scorsese donde nos mostraba una Nueva York sucia, con prostitución infantil, crimen, pobreza y marginalidad. Pero a la Academia de Hollywood no le gustó tanto como para premiarla, por eso, sólo la nominó. Esas cosas se esconden, no se muestran en la gran pantalla.

La tercera joya es de la que voy a hablar ahora: la película se llamó “Network” (1976), dirigida por Sidney Lumet y con el magnífico guión de Paddy Chayefsky nos mostraba una realidad que hasta ese momento jamás se nos mostró con tanta claridad, sin ánimo de exagerar, puedo afirmar que abrió una grieta en el mundo. Casi sin querer, se gestó en el inconsciente colectivo una batalla cultural, ideológica que tiene ramificaciones hasta nuestros días, cuando han pasado 24 años dentro del siglo 21. Cuando empiece a explicarles por qué tengo esta afirmación usted, claramente, se pondrá de un lado o del otro.

La película trata sobre un individuo que trabaja en un programa de TV y al tener bajo rating, la producción le advierte que tiene 2 semanas más al aire. Este individuo, llamado Howard Beale, decide entonces comunicarle a su audiencia que el programa se acabó y le dieron 2 semanas solamente, anunciando a la audiencia que se suicidará al aire en alguno de los programas que quedan hasta finalizar. Automáticamente, lo sacan, y como el productor es un viejo amigo, le deja otro programa sólo para despedirse de su público de manera digna.

El programa fue un récord de audiencia y él -en un arrebato de lucidez- empieza a decir verdades que coincidían con el 90% de la clase media trabajadora que consumían su programa. Así empezó un “nuevo programa”. El canal encantado con el rating , y Howard -casi sin querer- relanza su carrera. La película avanza sobre este personaje que a los gritos denuncia los males del gobierno, de la sociedad y a la gente le fascina eso. Hasta que un día se involucra con una empresa que en realidad formaba parte de un conglomerado corporativo y que entre todas las empresas que tiene, está también el canal donde Howard sale al aire. Entonces lo llevan delante de un CEO, que le dice: “…se ha entrometido con las fuerzas primarias de la naturaleza”, “Usted es un viejo que piensa en términos de naciones y pueblos. No hay naciones. No hay pueblos. No hay rusos. No hay árabes. No hay tercer mundo. No hay oeste. Solo existe un sistema de sistemas holístico, un vasto e inmanente, entrelazado, interactivo, multi-variable, multinacional dominio de dólares. Petrodólares, electrodólares, multidólares, marcos, rins, rublos, libras y séquels. ¡Es el sistema internacional de divisas lo que determina la totalidad de la vida en este planeta”.

Eso mi querido lector nos pone a pensar… ¿Será cierto? ¿esto es así? ¿ya no hay países, sino corporaciones? No hay ideales, hay sólo 2 caminos para ver la cosmovisión corporativa, política y económica del mundo. En un lado, están los que piensan que todos formamos un Estado, que pagando impuestos y regulando, controlando a las corporaciones hacemos un bien común para que funcione lo más equitativo posible, aún con defectos y errores éste es el camino. Del otro lado de la grieta están los que creen que el “mercado” se regula solo, que haya “libertad” y pocas regulaciones a las corporaciones es la fórmula, porque tarde o temprano por la teoría del “chorreo”, llegará la riqueza a las personas que más necesitan.

En un lado el Estado debe regular todo, por ejemplo, los medios de comunicación con una ley como la de EEUU, no permite hacer fusiones para evitar monopolios y garantizar la pluralidad, ¡Si, señor! en EEUU hay libertad de prensa y las corporaciones tienen límites. El Estado debe poner límites al sistema bancario, para que deje de especular como el de Finlandia, donde en tiempos de la famosa crisis de las hipotecas bancarias en el 2007-2008, en vez de rescatar los bancos, metieron presos a los banqueros y rescataron a las personas. Porque recordemos que en el mundo se llama rescate, cuando salvan un banco, y se llama ayuda asistencial cuando se trata de personas. Por eso esta película planteó un interrogante y rompió el statu quo del pensamiento crítico sobre las corporaciones.

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