
Por José Luis Widow
Académico del Instituto de Filosofía de la U. de los Andes
La victoria del conglomerado de derecha se puede deber a varios factores, pese a que hasta este lunes, los escaños del Consejo Constitucional, después de la elección del domingo, seguían modificándose: no fueron 22 sino 23 los elegidos que representarán al Partido Republicano, el gran ganador en los comicios. Con este resultado, 33 de los 50 escaños quedaron en manos de la derecha, con lo cual el sector contaría, al menos en números, con los 3/5 requeridos para hacer cambios a la nueva Carta Fundamental y para contar con el poder de veto; que requiere de 2/5.
Entonces, para explicar el resultado de la elección hay que ir no tanto a razones ideológicas de los electores, sino más bien a otras más circunstanciales y particulares y aún de diversa índole y peso.
Primero, me parece que en el electorado ha influido una evaluación negativa de lo que ha estado haciendo el Gobierno: ve ineficiencia y desconexión con los problemas de la vida cotidiana de la población, al mismo tiempo que se ha cansado de todas aquellas situaciones torpes en las que se han visto envueltos muchos miembros del Gobierno, desde el Presidente para abajo. Hay entonces, inicialmente, un voto de rechazo que, como tal, se mueve pendularmente hacia el otro lado del arco.
En segundo lugar, hay también un cansancio con el mismo proceso constitucional que estamos viviendo, es decir, la gente que en un momento estuvo interesada en que tuviésemos una nueva Constitución, hoy ha perdido ese interés y el tema constitucional ha dejado de ser relevante para ellos. El voto por los candidatos del Partido Republicano también puede tener ese significado, en otras palabras, el de adhesión no tanto a un partido, sino a aquellos que han venido manifestando consistentemente que el proceso no era necesario.

Ese desinterés por el proceso constitucional podría ser reflejo, de que una mayoría se ha ido convenciendo de que lo que pase con la Constitución no va a tener demasiada incidencia en sus vidas. Hay un paso desde la esperanza de la gente común de que sus condiciones de vida podían cambiar significativamente, a un desencanto con el proceso, porque ha ido decantando en ellos la idea, probablemente más sensata, de que una nueva Constitución no es el camino para dichos cambios. El alto porcentaje de votos nulos también podría ser un síntoma de ese desencanto y desinterés con el proceso constitucional.
Finalmente, la tercera razón estaría en que probablemente la gente ‘de a pie’ haya visto en los Republicanos una mayor sintonía con sus propios problemas que afectan gravemente el desenvolvimiento de sus vidas cotidianas, como son los problemas de seguridad y de inmigración descontrolada.
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