El otro tiempo en educación




Por Benjamín Infante 
Profesor de Educación Media, Licenciado en Historia


¿Qué es el tiempo? Para definir el tiempo debemos de desapegarnos de algo que nos constituye, es como definir la vida, la muerte o el amor. Mientras para Nietzsche el tiempo es la serie infinita de períodos similares, algo así como un eterno retorno, para Aristóteles es lo que está antes y después de algo. Para él, el tiempo es siempre distinto. Tal como con la vida, la muerte o el amor, lo mejor que podemos con el tiempo es compartir experiencias en vez de definirlo. En Historia, lo que tenemos claro es que el tiempo no deja de transcurrir ¡aún no inventan una máquina que lo frene! Y junto con él transforma irreversiblemente la sociedad humana, sus contradicciones y modelos de desarrollo.

El Liceo Josefina Aguirre fue fundado en 1963 con la impronta del modelo de desarrollo hacia adentro desplegado entre 1930 y 1973 en nuestro país. Este modelo, profesaba una educación integral dirigida a formar personas capacitadas para enfrentar los desafíos que el modelo de industrialización planteaba. En especial, se requerían cuadros técnicos capaces de dirigir los esfuerzos productivos con diversos niveles de industrialización en la costa y en el campo de Aysén.

Esa claridad de proyecto educativo, que entregaba una respuesta cierta a la pregunta de ¿para qué educar? Hizo posible que los profesores trabajasen sin cobrar sueldo un año entero y que la infraestructura original del Liceo fuese autoconstruida por las familias que eran parte de la comunidad educativa como la familia Felmer Klenner. Según relatan los hermanos Bate, nietos de Josefina Aguirre y estudiantes de la primera generación del liceo, esto fue posible porque se veía la educación como “una empresa nacional[1]. Un tiempo que no volverá, pero que está ahí para sacar aprender de él.

Seguramente la canción “El baile de los que sobran” de Los Prisioneros nos suena mucho más cercana que este relato épico de una comunidad educativa comprometida con un Proyecto Nacional de Educación. Escrita en 1986, Los Prisioneros relatan la historia de aquellos estudiantes que no fueron ‘seleccionados’ en los liceos particulares subvencionados que entonces comenzaban a aparecer como los establecimientos favoritos del nuevo modelo educativo. En sintonía con el modelo de desarrollo hacia afuera que instaló en nuestro país la dictadura militar, el modelo educativo transitó de un Estado Docente a un Estado Subsidiario que delineó, vía subvención por asistencia, un gran ‘mercado educativo’. Y realizó esa conversión a través de una política rupturista de 20 años y no de un desarrollo progresivo. De ahí que las experiencias e historias del modelo de desarrollo anterior nos suenen tan ‘extrañas’. Hubo un esfuerzo sistemático en el tiempo para provocar desmemoria.

 De la dictadura hasta ahora, la idea de un Proyecto Educativo Nacional ha sido sacrificada en la piedra de la Libertad de Enseñanza. En Chile, la libertad de enseñanza se ha escondido retóricamente detrás de un inocente ‘derecho a elegir proyecto educativo’. Sin embargo, todo este tiempo ha servido para crear un mercado educativo que segrega a los estudiantes según su capacidad de pago, capital cultural y rendimiento. Vulnerando el derecho humano a recibir una educación inclusiva y de calidad para todos y todas. Por culpa del tiempo, irreversiblemente, hay miles de generaciones víctimas de la vulneración del derecho a una educación inclusiva.

 El transcurso para desmontar la educación pública no fue menos traumático. Los liceos fiscales pasaron a manos de los municipios, sufrieron un recorte de financiamiento y les colgaron nombres que el humorista chileno Sergio Freire ha catalogado como “nombres de misil”. En el caso del Liceo Josefina Aguirre, le llamaron “B-2”. Junto con ello, la educación experimental que dominó las políticas educativas durante los años 60’s cambió bruscamente a una disciplina de cuartel de escaso contenido pedagógico, tanto así, que más allá del cambio curricular orientado a honrar la Doctrina de Seguridad Nacional norteamericana, es difícil definir la propuesta pedagógica de la dictadura dentro de las corrientes de políticas públicas en educación más allá de un burdo conductismo. Este proyecto educativo es que hemos heredado. El de la segregación por nichos de mercado, de la agonía de lo público para la satisfacción de las necesidades sociales por parte de privados. En estas últimas tres décadas, los liceos particulares subvencionados cambiaron sus cifras drásticamente, pasaron de un 15% en 1981, a 32% en 1990 y hasta un 54% en 2014[2]. Nuestro presente es siempre el recuerdo de nuestro pasado más inmediato.

De vez en vez, algunos establecimientos educativos públicos logramos levantar cabeza, y al hacerlo, pensamos que está todo por construir y no hay nada detrás nuestro, salvo el pasado gris de los años 90. Usualmente se nos olvidan las historias que precedieron a la instalación del mercado educativo. Es muy simbólico, para entender este olvido, el que su instalación haya costado la sangre de parte de la familia Felmer Klenner[3], quienes colaboraron con la autoconstrucción del Liceo Fiscal de Coyhaique, actual Liceo Josefina. Como habitantes del pasado que somos, esta memoria vive porfiadamente con nosotros y nosotras. El tiempo nos excede, incluidos los esfuerzos para provocar el olvido.

Hoy vivimos el claroscuro en que fenece el paradigma del mercado en educación, y cada vez más entendemos la necesidad de crear un Proyecto Educativo Nacional que ponga fin a la segregación educativa que hace de la educación de calidad un imposible. Si la educación es interacción ¿qué se puede aprender de la homogeneidad? Aclarada la necesidad de un proyecto educativo más allá de la mano invisible, la interrogante que permanece y a la que debemos volver cada cierto tiempo como sociedad democrática con capacidad de definir por sí misma su destino es: ¿para qué educar?


[1] Entrevista realizada a Luis y Rosario Bate por medio del programa La Ventana del Liceo Josefina Aguirre.

[2] Fundación Sol. 2014.

[3] Jose Luis Felmer Klenner ex estudiante del Liceo Fiscal de Coyhaique. Ejecutado político en 1974.

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