
Por Claudio Díaz P. @claudio_diazp
Periodista
Van 65 días desde el estallido social en nuestro país, probablemente el movimiento más largo en la historia de Chile en que la ciudadanía, el pueblo, la gente se ha mantenido reclamando sin parar, por un cambio del «estado de las cosas», de una vez por todas…
Lo cierto es que las señales se hicieron sentir fuerte en los últimos 15 años. Desde 2006, con la “Marcha de los Pingüinos” al 2011 con protestas estudiantiles nacionales, incluyendo manifestaciones mapuches, y el “puntarenazo” por defender el subsidio al gas en Magallanes, las protestas masivas en Calama… y como olvidar, en 2012, nuestro Movimiento Social de Aysén “Tu problema es mi problema”.
Más tarde, en 2013, fue Tocopilla, pidiendo mejoras sociales y especialmente en salud, lo mismo que gritaban los manifestantes en Quellón, Chiloé.
Pero claro, no olvidemos las causas medioambientales, que movilizaron crecientemente a los chilenos desde 2005 primero por Pascua Lama, Mehuin el 2006; Caimanes y Castilla el 2010, HidroAysén el 2011; Freirina el 2012, etc.

Estos movimientos y manifestaciones pacíficas, nacionales, masivas, permanentes y en gran número son síntomas que provienen de una matriz común, el sentirse el “patio trasero de la democracia”, de la necesidad de una transformación social real insatisfecha, injusta, desigual, y que en 2019 nos ha conducido a un proceso de inflexión socio-política similar a la sucedida a comienzos del siglo pasado en toda Latinoamérica.
Así, lo de hoy no se trata de “estar en guerra” o de un simple colectivo de lumpen organizado que baste con reprimir con más policías o decretando un estado de emergencia …Es la voz social amplificada que viene subiendo de tono y volumen durante los últimos años en Chile, esa que tantas veces reclamó “por las buenas”, de manera pacífica y democráticamente, pero que ahora exige a gritos dramáticamente que es tiempo que la política escuche y actúe en consecuencia …pero de verdad.
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