
Por Jorge Calderón N. @jcalderon_cl
Sociólogo
La historia cuenta que mientras la televisión solo mostraba dibujos animados, cerca de 7 y medio millones de personas concurrían a las 22 mil mesas a sufragar.
La tensa calma de la mañana se transformó en aglomeración de personas, en los locales de votación, durante la tarde.
Corría el año 1988, y el 5 de octubre fue la fecha elegida para realizar el plebiscito que debía definir entre la continuidad de la dictadura encabezada por Augusto Pinochet Ugarte, o la convocatoria a elecciones libres y democráticas.
El resto de la historia es más o menos conocida, bajo el lema “La Alegría ya viene” el 54% de los votantes decidió dejar atrás 17 años de dictadura cívico militar.
Un lápiz y un papel se transformaron, entonces, en las poderosas armas utilizadas por ciudadanos movilizados por la esperanza de un Chile mejor. Una melodía alegre y optimista se transformó en el simbólico himno de la campaña política más creativa que se recuerde en la historia de Chile.
31 años después, y con similar expresión creativa, la ciudadanía mantiene alzadas las banderas de lucha contra los resabios de la dictadura a través de movilizaciones que buscan desesperadamente mejorar las pensiones, cambiar la Constitución, terminar con la privatización del agua, el negocio de la educación, la depredación del medioambiente, entre tantos otros.

Resultan innegables los avances en materia de crecimiento económico, infraestructura, estabilidad política y gobernabilidad, iniciados a partir del sueño del Chile libre, justo y democrático, conquistado por voluntad soberana del pueblo chileno. No obstante, aun mantenemos pendiente una deuda con nosotros mismos, relacionada con la abismante desigualdad en materia económica, de salud, educación y otros tantos derechos que bajo el actual modelo, su acceso puede ser para cualquiera, pero no para todos.
Add a Comment