
Por Marcio Villouta A. @marcio_villouta
Ingeniero Forestal – Diplomado en Desarrollo Económico Local
Desde mediados del siglo XX el comercio internacional se encontraba en niveles muy deprimidos producto de la crisis de los años ‘30 y la II Guerra Mundial, que limitaron el intercambio comercial, motivando e incentivando la implementación de medidas económicas que fortalecieran el intercambio comercial entre naciones. A ello, se sumaron cambios tecnológicos en el último medio siglo que también involucraron una aceleración intensa del comercio internacional, permitiendo que como país se registrara un salto significativo en las relaciones comerciales y financieras.
En décadas recientes hemos presenciado asimismo un sostenido incremento de los flujos de comercio internacional, tanto de bienes y servicios como de inversiones de capital, dando origen al fenómeno de la globalización económica. Ejemplo de lo anterior, de acuerdo a lo señalado por la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales, Chile tiene 28 acuerdos comerciales con 64 mercados, que representan el 63% de la población mundial y el 86,3% del PIB global.
La implementación de políticas de libre comercio en Chile y en nuestro continente han sido posible a raíz de reformas profundas introducidas en el modelo económico, y los sistemas políticos y jurídicos, que tuvieron lugar desde finales de la década de los ‘80, con el conocido auge del modelo neoliberal, reconocido en nuestro país por la intromisión de los ‘Chicago boys’, este modelo que es una variante del capitalismo y que como mentor identifica a Milton Friedman, fundador de la Escuela de Chicago. La implementación del modelo neoliberal conllevó un cambio en lo político y un shock económico donde la brusca transformación del Estado permitió delegar a un punto que, según el criterio de muchos especialistas, supera los máximos razonables y que prácticamente se inmiscuye en todos los aspectos de la actividad nacional, permitiendo que los capitalistas privados puedan ser parte de áreas que de forma inédita en nuestra historia dieron paso a que la Educación, la Salud y las Pensiones, pasaran a ser más que “derechos garantizados” por el estado, a ser “bienes de consumo”.
Quienes defienden el modelo señalan que, por ese entonces, nuestro país se encontraba en una profunda crisis económica y política, donde para justificar el cambio en el modelo de desarrollo basado en la producción para el consumo interno, se deja de lado, y quienes administraban las políticas de Estado mostraran un gran interés por implementar un modelo neoliberal, que a la fecha se mantiene vigente y que, por lo demás, ha incentivado la competencia, el individualismo, la escasa participación de la ciudadanía y la concentración de la riqueza. Esta inequidad en el acceso a las mismas oportunidades de desarrollo, que hoy nos agobia, es una, pero no la única de las justificaciones para “NO” aprobar el Acuerdo Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CP-TPP) o TPP11.
Al ver cómo se comportan los grandes grupos económicos del mundo es posible visibilizar el poder que detentan las transnacionales sobre los Estados y notar cómo se hace, cada vez mayor, esta situación, pasando a formar parte de la realidad de la forma en que operan los mercados. No obstante, luego de décadas desde que se inicia su implementación aun estos grupos económicos globales necesitan generar marcos normativos y legales que les aseguren sus ganancias y el despojo de los recursos de las economías subdesarrolladas. Es, en este punto, que pareciera aceptable que para la decena de países más desarrollados del mundo el tener un Estado fuerte, organizado, con capacidad de decisión y acción es algo necesario, mientras en países como el nuestro, vemos cómo un sector político pretende que el Estado sea débil, lo que tiene como consecuencia que la economía no se desarrolle sostenidamente. Ejemplos significativos son los grados de avance social y económico que alcanzaron las economías desarrolladas, sociedades más integradas, con más equidad, que exhibieron logros en sus esfuerzos de cohesión social a diferencia de la realidad local.

Por otra parte, resulta relevante preguntarnos porque EEUU, que fuera un promotor de este acuerdo y del capitalismo, del libre comercio y apertura económica que impera en el sistema internacional hasta ahora, y bajo la administración de un empresario como Trump haya decidido marginarse del TPP, lo que ha añadido un grado de incertidumbre importante, sobre todo cuando viene de la potencia mundial que era ícono de las libertades en casi todos los ámbitos.
Finalmente, aspiro a que esta breve columna de opinión pueda contribuir a la conversación y reflexión que, actualmente, se debe estar desarrollando no solo en el Senado, sino también en cada hogar de nuestro país, pues seremos de cualquier forma todos afectados si se aprueba este mal llamado “Acuerdo Comercial Trans Pacífico”.
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