[OPINIÓN] Convergencia Social para construir una nueva sociedad


 

Por Benjamín Infante 
Militante de Convergencia Social

 

Estos últimos días ha sido noticia de la prensa la construcción de un nuevo partido: Convergencia Social. Este partido ubicado en la geografía política a la izquierda y dentro del Frente Amplio nace con el objetivo declarado de ‘superar al neoliberalismo’ y construir un Chile distinto al actual, pero, ¿cómo habría de hacerlo?

Lamentablemente, desde la vuelta de la democracia, pareciera que Chile carece de proyecto de sociedad y ya no se discute».

 

La construcción de una sociedad distinta a la neoliberal es una tarea compleja, no hace falta solo anunciarla, sino que pasa por la convocatoria de grandes mayorías sociales a luchar por sus derechos. Eso que puede sonar súper simple es también algo bien difícil de lograr, ¿cómo convocar una vez más a marchar?

Esta nueva estructura partidaria, tiene la gran tarea de darle coherencia y sentido a las luchas que diversos sectores están dando. ¿Las razones de esas luchas son distintas? Sí y no, y este nuevo partido debería hilvanar sus puntos comunes y dejar en evidencia que la pelea, por específica y particular que sea, es en definitiva por un proyecto de sociedad distinto.

Hay que recordar que el que mucho abarca poco aprieta. La oligarquía en Chile está muy bien acostumbrada a dividirnos para mantener su control, además de que el orden social instaurado en 1980, igual que el que se instaló en 1833, está diseñado para sostener el peso de la noche del mítico Diego Portales. O, en otras palabras, el garrote que mantiene a la masa en reposo y la tranquilidad de los bancos. Por ello, este nuevo partido debe ser estratégico en su disputa real y simbólica, identificando con claridad cuáles son los flujos de capital más importante en Chile y fortaleciendo la cultura y la moral popular. ¿El objetivo? Forzar, en algún momento, a la casta que gobierna a sentarse para negociar términos más amables de este régimen de explotación.

Es de público conocimiento que el actual régimen neoliberal basa su acumulación de riquezas sobre el abaratamiento de costos productivos o, en otras palabras, en la flexibilidad y desprotección laboral. De ahí que el 78% de la fuerza de trabajo no se pueda organizar para defender sus derechos. En el mismo sentido, una de las ventajas comparativas que ofrece Chile a la inversión privada y extranjera es el agua como bien privado, la maleabilidad de la legislación ambiental, la nula fiscalización y la desprotección absoluta de la fuerza de trabajo. Por esas y más razones, la lucha sindical y la disputa socio ambiental, integra a sectores que el sistema ha sacrificado en función del crecimiento económico y por eso inaugura la posibilidad de una sociedad distinta.

Ésta es una invitación a volver a instalar la discusión de qué país queremos.

Lamentablemente, desde la vuelta de la democracia, pareciera que Chile carece de proyecto de sociedad y ya no se discute. Sin embargo, hubo hechos a principios de los 2000 que pusieron en entredicho el conformismo con esa ‘alegría falsa’ que instaló el modelo. Y con el batazo de ‘fin al lucro’ el 2006 Chile volvió a hablar sobre qué educación y qué país quiere. Se impugnó, desde la calle, el modelo neoliberal y su falta de proyecto. Y se anticipó tímidamente, la voluntad de construir democráticamente uno distinto.

Si Convergencia Social quiere conseguir modificar el neoliberalismo debe revivir la impugnación, no solo desde la institucionalidad, sino que sobre todo desde las mayorías sociales organizadas.

 

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