Por Andrés Gillmore A. @veranadas
Poblador de la Cuenca del Lago General Carrera
Es indudable que la perspectiva del desarrollo regional con el pasar de los años se ha ido modificado sustancialmente. Históricamente, la región se proyectaba en la actividad ganadera y la colonización fue trabajada de esa manera y bajo ese concepto. Mucha agua ha pasado bajo el puente aysenino, desde los tiempos de la colonización y, en la actualidad, ante el deterioro de la actividad ganadera por temas de mercado y competitividad, han surgido actividades que han potencializado trascendentalmente la territorialidad regional y la de sus comunidades, entregándole al mundo rural regional una dimensión que ha traspasado la nacional y lo ha fundamentado con una proyección a nivel planetario.
…es indudable que si Aysén tomará la decisión política de desarrollarse sustentablemente y dejase de lado las actividades extractivistas -como la minería y la salmonicultura-, aumentaría el valor económico productivo y de los servicios que proyecta, que no es una quimera o un sueño irrealizable por parte de un grupo de inadaptados sociales…»
Esto no quiere decir que la ganadería no exista y existe claro está, pero es indudable que actividades como el turismo de intereses especiales, la agricultura y la fruticultura orgánica, se han sumado positivamente a la cotidianidad del mundo rural y le han posibilitado a una gran cantidad de pobladores la oportunidad de renovar y reinsertarse respetando lo que se es culturalmente y socialmente, teniendo como base de sustentación la calidad ambiental y escénica que propone la región por sobre todas las cosas; que le ha entregado a cualquier actividad que se realice en Aysén, un valor intrínseco que está relacionado directamente con lo que representa su cultura y forma de hacer, por una denominación de origen única, con un sello verde propio, característico y difícil de igualar, en actividades y servicios que tienen el sello de sustentabilidad con proyección de futuro.
En base a ello, las comunidades rurales han logrado insertarse en el mundo laboral, mejorar su calidad de vida y ver con esperanza el futuro de ellos mismos y de las generaciones que están por venir, que se merecen por sobre todas las cosas recibir un territorio en buenas condiciones. Aysén comparativamente a nivel nacional es la “joya de la corona” o el “antejardín” más bonito que un país puede tener como carta de presentación y no como dijo el nefasto Daniel Fernández (el vicepresidente ejecutivo de HidroAysén) que la región era el “patio trasero” de Chile para justificar lo injustificable de lo que el mismo representaba.
Si analizamos la realidad ambiental y territorial de Chile como un todo, es indudable que Aysén se destaca por sobre todas las cosas, ante un país contaminado y destruido ambientalmente de norte a sur y de cordillera a mar, por las diversas actividades mineras, salmoneras y forestales, que queramos o no ponen a Aysén en muy buen pie para transformarse en un territorio que proyecte sustentabilidad energética, productiva y de servicios, aprovechando las innatas ventajas comparativas que posee y de esa manera marcar una diferencia positiva para las comunidades y ser un ejemplo para el país en lo que a desarrollo sustentable se refiere.
Aysén es del tamaño de Bélgica y Holanda juntas, con una diversidad climática y geográfica que pocos territorios tienen a nivel planetario, con características que ninguna región en Chile tiene y que pocas a nivel planetario poseen. Que dentro de la misma cultura regional encontremos diferentes subculturas y formas de hacer dada sus diferencias geográficas, territoriales y climáticas; entre el norte con su amplia costa marítima y su clima lluvioso; el centro con sus interminables pampas y sus temperaturas extremas; el sur con sus lagos, ríos, glaciares y sus extensos bosques de lenga, coigüe y ñire, y sus increíbles microclimas, y el sur profundo, con sus cipresales y su salida al mar. Haciendo de Aysén una región única por sobre todas las cosas y que dado el contexto nacional y mundial ante el cambio climático, es un territorio que debe ser preservado y defendido y que en Chile tenemos la suerte de poseerlo.
Bajo el concepto de lo arriba expresado y la maravillosa realidad que eso representa para la región y para el país en sí mismo, es indudable que si Aysén tomará la decisión política de desarrollarse sustentablemente y dejase de lado las actividades extractivistas -como la minería y la salmonicultura-, aumentaría el valor económico productivo y de los servicios que proyecta, que no es una quimera o un sueño irrealizable por parte de un grupo de inadaptados sociales; que es como los gobiernos y las transnacionales han discursado para referirse a los que pujamos por la sustentabilidad de la región y de sus comunidades.
Si tuviéramos la capacidad de diseñar un modelo de desarrollo, que se fundamentara en la actividad turística, ganadera, agrícola y frutícola, proyectado en base a las energía renovables no convencionales, aprovechando las ventajas comparativas regionales; es indudable que Aysén tendría la posibilidad cierta de proyectarse adecuadamente y obtener para sí un gran valor económico, y solventar la capacidad de sustentarse en el tiempo y no tener fecha de caducidad, como sucede con las actividades mineras y salmoneras que se desarrollan en la región. El mundo gubernamental-político-transnacional nunca ha sabido entender el valor de Aysén como corresponde y no ha tenido la capacidad de reconocer la grandeza de la territorialidad y la cultura de sus comunidades. Siempre han mirado a la región con desdén y como la oportunidad de enriquecerse con actividades extractivistas, invirtiendo lo menos posible, para rentabilizar lo máximo posible la inversión. Sin importarles en lo más mínimo contaminar los territorios y destruir la proyección de vida de las comunidades para lograr sus objetivos.
Los intereses creados de las transnacionales aliados con los gobiernos de turno, siempre han irrespetado a la región y las comunidades que lo habitan, pretendiendo imponer sus intereses con discursos mentirosos o manipulando la información y con políticos mal intencionados, haciendo caso omiso de los desarrollos que se llevan a cabo en la región. Los gobiernos han pretendido traspasar los derechos que tienen las comunidades a las transnacionales extranjeras de las aguas territoriales del mar y de los ríos y ahora pretenden hacer lo mismo con el subsuelo. Las transnacionales vienen a la región a hacer todo lo que no pueden hacer en sus países de origen y en poco tiempo destruyen y contaminan todo lo que intervienen y le quitan cualquier opción de sustentabilidad a la región y eso es inconcebible e inaceptable en pleno siglo 21.
En la actualidad está más que claro que el gobierno de Sebastián Piñera quiere “sacarse los balazos” con Aysén para demostrar crecimiento y está permitiendo que entren a la región una gran cantidad de mineras de origen australiano y canadiense que, entre otras cosas, quieren intervenir la cuenca del lago General Carrera, que es zona ganadera, turística, agrícola y frutícola por excelencia, en desarrollos productivos y de servicios en la que están involucradas las localidades de Puerto Bahía Murta, Puerto Tranquilo, Puerto Guadal, Puerto Bertrand, Villa Mallín Grande, Fachinal, Chile Chico. La cuenca del lago General Carrera es, además, compartida con la Argentina y es la segunda reserva de agua dulce del planeta, al ser la olla de contención de las aguas que se vierten desde la Argentina y sus afluentes, y de campos de hielo norte que dan origen al gran río Baker.
Intervenir esta cuenca estratégica y de gran valor con desarrollos mineros, es una aberración ambiental desde cualquier ángulo con que se analice, porque contamina las aguas de esta gran reserva planetaria de agua dulce y destruiría la proyección de futuro de todas las comunidades del lago General Carrera, dejaría de existir la denominación de origen y destruiría el sello verde con que cuentan las comunidades para desarrollar sus actividades.
Todo el desarrollo minero que está proponiendo hoy el gobierno en Aysén, no beneficiará en nada a la región, sí a los intereses externos de las transnacionales. Tenemos suficientes ejemplos regionales de cómo la minería destruye y contamina todo lo que toca y que al cabo de 15 años a lo sumo se retiran, dejando un legado de pobreza, contaminación y destrucción y la pérdida de cualquier futuro que hubieran proyectado las localidades. Un ejemplo es la minera El Toqui, que contaminó el río Mañihuales por más de dos décadas, con químicos como el arsénico y el cianuro. Fue tanta la contaminación y tanto lo que se repudió esta forma de explotar la mina, que la autoridad -ante el terrible escenario- no tuvo otra alternativa que multar a la minera. La última multa fue de 2 millones de dólares, haciendo que la empresa quebrara y abandonara el país raudamente, dejando un legado de terrible contaminación en el sector, trabajadores impagos y un gran problema para el gobierno, que de una u otra manera deberá asumir el problema financiero de los trabajadores. Lo mismo es totalmente aplicable para la minera Cerro Bayo en Fachinal, que cuando murieron dos de sus trabajadores por malas condiciones laborales y se descubrió los mafiosos procedimientos con que operaban y el legado de contaminación que dejaron, terminaron huyendo del país. Vendiendo sus intenciones al mejor postor (Minera Los Domos) dejando a sus trabajadores a su suerte y complicando económicamente al municipio de Chile Chico.
El valor económico, social y cultural que obtendría Aysén, al ser retirada la espada de Damocles que significan las actividades mineras en su territorio, es enorme, si se tuviera la posibilidad de desarrollar la región bajo las ventajas comparativas que posee. Las comunidades mejorarían su calidad de vida, al poder proyectar su futuro de acuerdo con lo que son y representan para ellos mismos y para el resto. La tierra mejoría sustancialmente su valor de uso. La flora y fauna se vería beneficiada al terminarse la contaminación y potenciaría las actividades. El valor regional ante el mercado nacional e internacional de las actividades y los servicios que se prestan subiría ostensiblemente su proyección de futuro y lógicamente su rentabilidad. El valor que obtendrían las comunidades al poder preservar sus intereses sociales y culturales sería muy beneficioso, haciéndolas comunidades felices y empoderadas en lo que son y con grandes esperanzas en el futuro.
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