Por Yéssica Almonacid S. @yessialmonacid
Presidenta ANEF Región de Aysén
Septiembre florece, nos despedimos de los días grises para dar paso a un paisaje lleno de colores, perfumes y trinares. Mes de suspiros, empanadas y pañuelos que flamean, Mes de la Patria. Septiembre, cuando a punta de fusil nos arrebataron la primavera y tiñeron la estación más bella de dolor e injusticia.
Fue otro ese bombardeo y pareciera que el actual también tiene un cariz similar. Hoy, en medio del bombardeo de mensajes que nos quieren hacer olvidar, se hace urgente recordar, hoy la memoria cobra aún más fuerza, como el viento y los arreboles de esta estación, porque resiste y sobrevive a quienes pretenden instalar un discurso de reconciliación sin verdad, sin justicia y con plena impunidad.
En la Región de Aysén también existieron violaciones a los Derechos Humanos, hubo detenidos desaparecidos, exoneraciones políticas, toques de queda y restricciones al derecho a reunión. Pero, además, existió un daño silencioso que nos atravesó a todos y todas. El ocultamiento de la historia, el secretismo, el miedo que se convirtió en parte de nuestra cultura, ya que en la mesa no se hablaba de política, nadie veía ni escuchaba nada, había que dedicarse a estudiar, trabajar y ver televisión.
Aparece el tema que nos debiese indignar y corremos a revisar las redes para ver cuáles son los memes más entretenidos, entonces son las naranjas, los bingos, los cafés, las AFPs y así con cada uno de los temas que nos vulneran. Nos reímos, nuestra protesta ni siquiera encuentra eco ni fondo desde la pantalla. Muchos no se comparten, se esconden, se pasan por WhatsApp, pero no se opina, no se habla. No hablamos.
La televisión en aquella época fue utilizada como un instrumento de evasión, desinformación y control. En los años ‘80 cuando el país parecía estar en completa calma y normalidad se cometían crímenes terribles de lesa humanidad, atropellos y violaciones sistemáticas a los derechos humanos; el arte y los artistas eran censurados, exonerados, exiliados, torturados, desaparecidos. En esa época, en regiones como la nuestra no había acceso suficiente a la información, no existía Internet y tampoco había medios alternativos donde pudiésemos informarnos de lo que sucedía. Eran la radio y la televisión los únicos medios de comunicación masivos y lejos de informar, su objetivo era la mantención de una Dictadura cruenta que quebró un sistema político, social y económico.
Como olvidar la programación televisiva de entretención familiar, el “Jappening con Ja”, con la canción que se convirtió en el himno de la época “ríe cuando todos estén tristes, ríe solamente por reír”, “Sábado Gigante” o el “Festival de la Una”. Así pasamos horas frente al televisor, riéndonos de “Espina”, “Canitrot” o de las bromas de “don Francisco”. Mientras tanto -y fuera de la pantalla chica- no había nada de entretención, sino más bien una “película de terror” y nuestra gente estaba perdiendo el alma. Familiares buscaban a sus detenidos desaparecidos, se clamaba por verdad y justicia en las calles con una fuerte represión, se asesinaba al Presidente de la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales, se desmantelaba la cultura y las organizaciones sindicales. Se seguía torturando y asesinando para instalar el modelo.
Actualmente, siguen ocurriendo violaciones a los derechos humanos, sucede con el Pueblo Mapuche, con los estudiantes, con los habitantes de Quinteros y parece que el show mediático es el mismo. Hoy existen más alternativas de información, pero también de desinformación, instalándose conceptos como la “postverdad”: “miente, miente que algo queda”.
Sin embargo, pareciera que la estrategia sigue siendo la misma, “reírse” y no precisamente de felicidad o plenitud, nos reímos de nosotros mismos cuando atropellan nuestra dignidad, nuestros derechos y nos surge la creatividad que, a punta de memes, se ha vuelto un efímero, débil y superficial modo de protesta. Aparece el tema que nos debiese indignar y corremos a revisar las redes para ver cuáles son los memes más entretenidos, entonces son las naranjas, los bingos, los cafés, las AFPs y así con cada uno de los temas que nos vulneran. Nos reímos, nuestra protesta ni siquiera encuentra eco ni fondo desde la pantalla. Muchos no se comparten, se esconden, se pasan por WhatsApp, pero no se opina, no se habla. No hablamos.
La dictadura dejó huellas profundas en nuestra sociedad, ayer fue el “Jappening con Ja”, hoy son las distracciones de la tecnología, la vida rápida, las deudas, la precarización laboral que no nos permiten enfocarnos en lo importante. Hay que reír es cierto, no podemos convertirnos en un país depresivo, pero sin tolerar que se rían de nosotros. Hay que indignarse, levantarse, apagar la red, leer un libro, respirar profundo, mirar el paisaje, escuchar y volver a escuchar, aceptar al otro, abrazar al otro y salir a defender nuestra dignidad. Sin olvidar.
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