Por Andrés Gillmore A. @veranadas
Poblador de la Cuenca del Baker
Si comparamos el Aysén de los años ’80, con lo que es en la actualidad, está claro que con el pasar de los años se ha estado deteriorando ambientalmente y aunque sea doloroso reconocerlo, es factible encontrar zonas complicadas en muchos sentidos, empezando por Coyhaique; ya sea por contaminación minera, salmonera, turística y por malos proyectos de aguas servidas en muchas localidades y por la intervención de ríos por parte de empresas constructoras para sacar áridos entre otros. Los estudios de impacto ambiental que se realizan en la región, en su gran mayoría están manipulados para entregar parámetros de sustentabilidad que muchas veces no son ciertos.
El retroceso de 10 kilómetros del glaciar O’Higgins en pocos años, demuestran fehacientemente la veracidad del tema y la urgencia de tomar medidas generales y que se deben desarrollar protocolos de intervención que proyecten una política de evaluación ambiental de acuerdo con la realidad».
En Aysén, todos los grandes proyectos que han querido entrar, desde Alumisa en los años ‘90, pasando por HidroAysén y Central Río Cuervo, han pretendido transformarse en la “salvación” de la región; cuando a decir verdad es todo lo contrario, Aysén es la salvación de esas empresas y en ello se fundamenta el desbalance. HidroAysén, desde el “vamos” le entregó ayuda al Municipio de Cochrane por medio del Departamento de Aseo y Ornato en forma totalmente ilegal: entregó becas de estudios, financió la publicación de libros históricos, apoyo la cultura y las artes, financió emprendedores rurales, ofreció trabajos a diestra y siniestra, con el discurso que como empresa representaba el futuro y el desarrollo, tomando el papel que le corresponde al Estado para justificar su llegada. Incluso, en el primer gobierno de Sebastián Piñera, la transnacional ofreció financiar parte del asfalto de la carretera austral sur.
Cuando las transnacionales quieren transformarse en el Estado se hace totalmente intolerable porque no corresponde y más en un país que tiene una carga de impuestos tremenda en los ciudadanos: como lo es el 19 % de IVA a todos los productos, el impuesto al combustible y al uso de las carreteras, y que se paguen altas contribuciones por la propiedad, de recaudaciones que se suponen son precisamente para invertir en la gente. Sino quitemos los impuestos y que las transnacionales administren el país.
Es concluyente que la región, por esencia, es un territorio que basa su proyección de desarrollo en la calidad ambiental y escénica que posee y que además tiene en sus fronteras la segunda reserva de agua dulce del planeta –Campos de Hielo Norte- y que está plagada de ventisqueros y glaciares. Pero, históricamente, nada se ha hecho para preservar estas masas de hielo que le dan sustentabilidad al ecosistema regional y nada por desarrollar estrategias sustentables que permitan enfrentar el cambio climático que tantos estragos está haciendo en la región.
Uno de los efectos más negativos que ha traído el cambio climático por el calentamiento global, por el uso indiscriminado de combustibles que expelen una gran cantidad de CO2 a la atmósfera, es que se ha estado perdiendo el equilibrio natural de los glaciares, al percibirse un aumento importante de la isoterma en la alta montaña, produciendo el retroceso de los glaciares y ventisqueros, ante un tema que no se le ha dado la trascendencia que se merece, que es de importancia vital para la sustentabilidad presente y futura de Aysén.
El calentamiento global ha determinado que el nivel de los océanos esté aumentando considerablemente, produciendo una retroalimentación sostenida del calentamiento global y la pérdida de una gran cantidad de superficie reflectante de la tierra y, por ende, en Aysén ocurre lo mismo, que entre otras cosas está causando la elevación del nivel del mar en los mantos de hielo de Groenlandia, en la Antártida occidental y en Campos de Hielo Norte (Aysén) y Sur (Magallanes), ocasionando el aumento de la temperatura media global que todos estamos percibiendo desde hace años.
Investigaciones realizadas por la Universidad de Harvard y la Snow and Ice Data Center (Nsidc) informan que la pérdida de hielo se ha adelantado en, por lo menos, 30 años ante las proyecciones realizadas en el 2012 por ese mismo instituto. Se está poniendo en riesgo al Ártico que asustadoramente podría quedar libre de hielo en menos de 20 años a la fecha, según recientes estudios realizados.
El deshielo de la Antártida ha sido más rápido de lo previsto, indicándonos que el cambio de la masa del hielo producirá el aumento de 1,4 metros en el nivel del mar, superior a los 0,59 metros que fueron proyectados en el 2008. Que en términos ecosistémicos está diciendo a gritos, que si no se protegen los glaciares con políticas de Estado y no se cambian los formatos de evaluación ambiental y no se crea sustentabilidad en los territorios y muy especialmente en los australes, la reducción de la masa del hielo creará una inestable variabilidad en las cuencas hidrológicas, produciendo importantes pérdidas en las reservas de agua dulce, vitales para el desarrollo humano y deberemos asumir la pérdida de flora y fauna vital para las sustentabilidad del planeta y lógicamente un profundo cambio en el clima; que para una región como Aysén sería catastrófico, al alterarse el balance hídrico de las cuencas interiores, transformándose en una alerta que no se ha considerado.
En la medida que el agua de mar alcance zonas continentales y tome contacto con los acuíferos, se irá produciendo la desaparición de los suelos congelados (permafrost) presentes en regiones frías o periglaciares de áreas circumpolares de Canadá, Alaska, Rusia, norte de Europa y de nuestra querida y amada Patagonia. El retroceso de 10 kilómetros del glaciar O’Higgins en pocos años, demuestran fehacientemente la veracidad del tema y la urgencia de tomar medidas generales y que se deben desarrollar protocolos de intervención que proyecten una política de evaluación ambiental de acuerdo con la realidad y que la región promueva estudios para la defensa de las masas de hielo regional, para que con el tiempo Aysén no se transforme en una zona de sacrificio ambiental y se transforme en lo que debe ser: Una Territorio Sustentable.
Tuve la suerte de convivir por más de una década con el glaciar Leones, al sur de la región, al final del Valle del León, en la frontera norte del Parque Nacional Laguna San Rafael, que es dos veces más grande que el famoso glaciar San Rafael. Entendí en todos esos años de convivencia con esos hielos magníficos, lo significativo que son para la armonía de los ecosistemas y que el deber que tenemos hacia ellos debe ser total, porque de muchas y variadas maneras dependemos de su preservación para proyectar sustentablemente el futuro. Recorriendo los alrededores del glaciar y sus lagos vecinos, el Cachorro y el Escondido, y varias veces el glaciar entendí la importancia de ellos como regulador natural del clima y que comprender sus estados es parte fundamental de la visión de sustentabilidad de un Aysén propio y de todos y que su desafiadora presencia más que enfrentarnos a ellos, debe dar pie a que los defendamos.
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