Por Andrés Gillmore A. @veranadas
Poblador de la Cuenca del Baker
Cada gobierno trae a La Moneda su impronta y su particular forma de hacer gobierno. Como ciudadanos nos hemos estado acostumbrando al ir y venir de los conceptos y las diferenciaciones ideológicas ante lo que piensa la izquierda progresista y lo que propone la derecha empresarial. Por lo tanto, no es difícil darse cuenta que ambos conceptos están desbalanceados y necesitan de lo que el otro propone para transformarse en una opción por el desarrollo de todos y no solo de unos pocos, y crear el balance que tanto necesitamos en ambas ideologías y explican lo que nos está pasando como sociedad.
Los países desarrollados entendieron hace rato que los extremos son desconsiderados y lo importante es ir por estrategias que estén enmarcadas bajo una visión social en pro del crecimiento, para obtener posteriormente el tan ansiado desarrollo. Pretender hacer caso omiso de esas variables es transformar el desarrollo en una quimera.
En el tema regional es donde más vemos la inconsistencia ideológica entre el decir y el hacer, al no haberse entendido que el mayor logro que puede tener una región y sobre todo una de las características de Aysén, es tener la capacidad de crear las condiciones para que las comunidades trabajen a través de sus ventajas comparativas y de acuerdo con sus propias intenciones si se quiere sustentabilidad territorial.
«En la actualidad, es evidente la falta de una estrategia adecuada ante la problemática forestal y objetivos que estén de acuerdo con las ventajas comparativas de la región».
En Chile, desde el 2006 estamos pasando de una visión a otra (izquierda progresista y derecha empresarial) con un Estado con muy poca injerencia en la proyección de las políticas públicas, por ende el desbalance que implican gobiernos de 4 años, desarrolla una falta de armonía en la forma de proyectar estrategias, haciendo que sea inoperante cualquier forma de hacer, ante el constante ir y venir del matiz ideológico en la forma y en el fondo, y permite que no avancemos como deberíamos; explicando el por qué estamos a nivel regional en medio de una crisis existencial que a esta altura del siglo XXI demuestra la mezquindad política ante una infinidad de temas, posponiendo el desarrollo y transformándolo en una quimera más que en un objetivo.
Aysén depende sustancialmente que se defienda su calidad ambiental y escénica para que las actividades que desarrollan las comunidades (ganadería, turismo, agricultura y fruticultura) tengan la capacidad de ser sustentables en el tiempo y la capacidad de proyectarse. Pero se carece de una estrategia de base que proteja el bien regional ante las naturales presiones externas de los intereses creados, que pujan por adjudicarse las riquezas regionales en actividades productivas, que intervienen salvajemente el territorio (salmonicultura y minería) y que no respetan precisamente lo más preciado que tiene Aysén: su calidad escénica, ambiental y territorial.
Con el pasar del tiempo se ha estado perdiendo el significado de lo que se es y lo que se quiere ser, olvidando la forma y el fondo que se debe tener para defender la sustentabilidad social, ambiental y cultural de las comunidades que hacen el gran todo regional, ante las falsas interpretaciones que sustentan intereses foráneos que son llamados a administrar la región y de muchos políticos que ven en los intereses regionales una forma de sustentar sus intereses personales o de los partidos políticos que representan. Realidad que tiende a ser destructiva al menospreciar la base de sustentación social-histórica-cultural que caracteriza a Aysén. Si no fuese por una comunidad empoderada y organizada que no ha dudado de entrar en batalla por defender sus intereses ante las transnacionales; políticos y gobiernos regionales, hace rato que hubiesen vendido esos intereses a proyectos como Alumisa, HidroAysén y Central Cuervo, destruyendo el territorio y dejando a las comunidades sin un futuro sustentable para compartir con las nuevas generaciones.
Aysén ha dado muestras que tiene lo suficiente para implementar el camino hacia la sustentabilidad, entendiendo que para que el sueño se transforme en realidad, es necesario que todo se realice con una base de sustentación con una visión realista de lo que se es, lo que se quiere ser y cómo se quiere, para que esté de acuerdo con las ventajas comparativas que posee el territorio como un todo, tomando en cuenta sus diferenciaciones culturales y geográficas, sin olvidar que la región depende sustancialmente de cómo enfrente y proyecte su relación con el cambio climático y la capacidad que tenga para proyectar su riqueza ambiental, social y cultural ante la disyuntiva del calentamiento global.
La Organización Meteorológica Mundial, en un informe reciente, ha puesto sobre la mesa el tema del debilitamiento de las precipitaciones en Aysén, haciéndonos ver que la calidad de la actividad frontal ha aumentado la temperatura media de la región, afectando los aportes naturales de agua al suelo, haciendo que las cuencas hidrográficas disminuyan su caudal natural, con pérdidas relevantes ante la evapotranspiración de los efectos combinados, reduciendo los recursos hídricos superficiales y subterráneos que antes eran abundantes; produciendo la pérdida de una gran masa de hielo glaciar en Campos de Hielo Norte y en los ventisqueros que alimentan ríos, lagos, lagunas y humedales, que no es un tema menor para la sustentabilidad futura de la región.
La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) presentó hace poco un informe prediciendo que el modelo económico chileno, que está basado fundamentalmente en la explotación de los recursos naturales, está en su límite más crítico en la actualidad, dándonos a entender que si Chile no tiene la capacidad de enmendar el rumbo y no cuida su entorno natural como base de sustentación hacia el desarrollo, en pocos años, se perderá sustentabilidad y toda la proyección de futuro que aún nos queda.
Una región como Aysén, tiene mucho que decir en estos temas y se hace relevante construir una estrategia que permita defender y aplicar políticas de reacción ante esta realidad. En la actualidad, existe interés por parte de transnacionales mineras en abrir nuevas minas de oro y transformar Aysén en una región netamente minera. Según estadísticas de Sernageomin, el 6 % de la región (10,8 millones de hectáreas) está entregada a concesiones mineras y 700 mil hectáreas a exploraciones, y la gran mayoría de este interés permanece bajo recaudo de transnacionales extranjeras, bajo la prevalencia canadiense (Cerro Bayo Mining Company-Fachinal) y australianos (Minera El Toqui) que no es una cifra menor si consideramos que más del 50% de la superficie de Aysén está destinada para preservación en forma de parques y reservas nacionales, puestas al servicio y al uso de las comunidades para la actividad turística.
En 1975, la reforestación que se desarrolló a nivel nacional alcanzó las 390 mil hectáreas. En 1989, la cifra se elevó considerablemente a 1 millón 326 mil 700 hectáreas y todo fue con Pino Radiata, Insigne y Eucaliptos. Un estudio realizado en 1982 llegó a la conclusión que la principal ventaja comparativa que Chile tenía en materia forestal, estaba en la sobre explotación de estas 2 especies foráneas (consideradas destructivas en países desarrollados), aprovechando que el período de maduración es más corto en madera aserrable y que el Pino Insigne es comercial a los 22 años y pulpable a los 18.
Países forestales como EEUU, Suecia y Canadá logran los mismos volúmenes comerciales en 100 años, porque entienden que el pino y el eucalipto son especies altamente contaminantes y al reforestar con ellos se pone en entredicho la calidad del suelo. En Chile, se sabe que esas plantaciones extraen toda el agua de las napas subterráneas (un pino o un eucalipto necesita en media 20 litros de agua diario para sobrevivir) y con el pasar de los años estas plantaciones han creado una gran escasez de agua en las comunidades aledañas del centro sur y como era lógico llegó la desertización a gran parte de ese territorio y se perdieron terrenos agrícolas de gran calidad. Mucho del bosque nativo de las regiones del Maule, Bío Bío, Araucanía y Los Lagos ha sido aniquilado para dar paso a plantaciones formales de Pino Radiata y Eucaliptus, y sabemos que están relacionados directamente con el cambio climático. Por ese motivo, se ha perdido cerca del 70% del agua de las napas subterráneas en esas regiones para mantener las plantaciones forestales, que sumados al cambio climático y la menor cantidad de lluvias que se genera, ha incrementado el movimiento de las masas de aire, produciendo cambios importantes en la temperatura y en la humedad del suelo, con consecuencias negativas en los procesos erosivos del crecimiento biológico del suelo y subsuelo.
Lamentablemente, el tema de los bosques nativos en Aysén no se ha tomado con la relevancia con que debería. En la actualidad, es evidente la falta de una estrategia adecuada ante la problemática forestal y objetivos que estén de acuerdo con las ventajas comparativas de la región. La estrategia del gobierno de implementar un plan de descontaminación de Coyhaique, fundado en la explotación maderera de las montañas aledañas extrayendo leña, ha destruido el poco bosque nativo que va quedando y la estrategia no se ha direccionando hacia las Energías Renovables No Convencionales (ERNC) o el gas natural.
Corfo ha estado financiando proyectos de certificación de leña que son insustentables en el tiempo y se ha perdido la forma y el fondo de los objetivos centrales de lo que debe ser una política de descontaminación. No se ha entendido que la razón fundamental del problema está en el cambio climático. Los intereses empresariales y sus ramificaciones foráneas en todo el contexto y sentido de lo que eso presupone, nos indican que están queriendo introducir Pino Radiata y Eucaliptus en la región, para producir pellet y leña a bajo costo, transformando a Aysén en parte del negocio forestal en el millón de hectáreas que existen para reforestar, lo que sería una aberración hacia la sustentabilidad regional.
Si Aysén no quiere seguir en los subterráneos del subdesarrollo como objetivo central de la estrategia de desarrollo, debe involucrarse más en los temas del cambio climático y proyectar estrategias en conciencia con sus ventajas comparativas, su denominación de origen y su sello verde y de esa manera no transformar el desarrollo en una quimera.
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