Por Andrés Gillmore A. @veranadas
Sociólogo, empresario turístico y poblador del Baker
La expansión y la diversificación de la actividad turística en Aysén ha sido más que sorprendente durante las últimas dos décadas, pero nada sorprendente si tomamos en cuenta las ventajas comparativas que posee la región. Se podría decir, sin temor a equivocarnos, que a pesar de todo y de todos el sueño se está consolidando finalmente, ante una actividad que en sus comienzos no fue bien aceptada y muchas veces desdeñada por autoridades y pobladores, que no entendían que era la única solución posible ante la crisis existencial que vivió Aysén en la década de los ‘90, cuando Chile se asoció al Mercosur y quebró la industria textil chilena y se perdieron los poderes compradores de lana, que dio como resultado una crisis de grandes proporciones en el mundo rural y muy especialmente del sur; que se sustentaba históricamente en la producción de lana.
Me tocó vivir en carne propia esa crisis existencial del mundo ganadero y quedarme literalmente con las manos en los bolsillos como productor de lana del Valle del León. Con una familia en formación, no me quedó otra alternativa que iniciar el proceso hacia el turismo de intereses especiales en el lago General Carrera y dar esa batalla de matar o morir cuando nadie lo hacía. No fueron fáciles los comienzos de explorar esos nuevos horizontes, donde tal como los colonos a principios de siglo pasado; no tenía nada y lo quería todo.
«El debate de los problemas ambientales producidos por la actividad turística, no se han dado como corresponde en una región como Aysén, ante una actividad que ha comenzado a dar muestras de producir impactos negativos en los territorios al no contar con una buena fiscalización»
Lejos quedaron esas temporadas de inicio de tanto sacrificio y muchas veces de mucho desaliento, ante lo que significaba iniciar una actividad desde cero, con muy poco capital y además tener que convencer a las autoridades y las agencias de turismo, que Aysén era un destino increíble y que la región entendiera “que el sueño era posible”, porque contábamos con una calidad ambiental y escénica única a nivel planetario y una cultura y forma de hacer que compaginaba todo con armonía y sentido común. Con el tiempo y la entrada de otros emprendedores a la actividad que se juntaron a mis esfuerzos que estaba desarrollando en el sector de Puerto Guadal, a 3 kilómetros hacia Villa Mallin Grande, como Julio Garrido Bartch (Q.E.P.D.) en la localidad de Puerto Río Tranquilo (gestor e iniciador de los viajes a las Capillas de Mármol), Álvaro Ríos (Q.E.P.D.) en el sector del desagüe del lago General Carrera y Orlando Scarito en Puerto Bertrand, la actividad comenzó a desarrollarse.
Cuando a partir del 2005 los organismos públicos entendieron que no había otra alternativa para sacar de la pobreza al mundo rural y que la actividad, desde ese punto, debía orientarse hacia el mundo de las localidades, entonces se le llamó “turismo rural” y los mismos pobladores entendieron que no había otra y que era un formato que había llegado para quedarse y que además le entregaba una importancia a Aysén que hasta ese entonces no tenia en términos medioambientales y culturales. Con el pasar del tiempo y con el apoyo de los gobiernos regionales, se llegó hasta los días de hoy con emprendedores en todas las localidades y muchos empresarios en las orillas de ríos y lagos, y la suerte de Aysén se iluminó y empezó a cambiar en el mundo rural del norte, del centro, del sur y del sur profundo en Villa O’Higgins y Caleta Tortel.
Bajo el sustento de una industria sin chimenea, se comenzó a desarrollar una importante proyección económica, que había sido destruida a partir de 1994 al asociarse Chile al Mercosur y crear una crisis existencial de niveles históricos nunca vista antes en Aysén. Se comenzó a entender que la actividad turística tenía la capacidad de contribuir eficientemente a la sustentabilidad regional y que además se adaptaba perfectamente al carácter y al perfil cultural histórico que se había heredado de los colonos y que la actividad involucra a todos y no solo a unos pocos. Se mejoró la expectativa y la proyección de desarrollo de la región y no hay duda que fuimos más felices y nos llenamos de esperanzados en el futuro.
El debate de los problemas ambientales producidos por la actividad turística, no se han dado como corresponde en una región como Aysén, ante una actividad que ha comenzado a dar muestras de producir impactos negativos en los territorios al no contar con una buena fiscalización. Se podría decir y sin temor a equivocarme, que Aysén está comenzando a dar muestras incipientes de colapsos ambientales importantes, que no dejan de ser parte natural en el proceso de consolidación que toda actividad necesita; lo que no es natural, es que no se estén haciendo los estudios de capacidades de carga para anticiparse a los hechos y evitar la degradación ambiental y la congestión social que determina la falta de anticipación de los problemas venideros.
Diversos estudios han demostrado fehacientemente, que el crecimiento turístico mal diseñado, termina causando daños en los territorios receptores si no se toman precauciones, creando situaciones adversas hasta en los escenarios más remotos. Los administradores gubernamentales persiguen con entusiasmo el crecimiento de la actividad por medio de incentivos para la creación de infraestructura para involucrar a las comunidades, con la esperanza de generar el tan ansiado crecimiento, la consolidación económica, mejorar la rentabilidad económica, sumar más puestos de trabajo y diversificar la economía regional. Pero han olvidado completamente, que para crecer sustentablemente como actividad relacionada directamente con el medio ambiente y con las comunidades, se hace necesario desarrollar una planificación estructural-estratégica con análisis serios y profesionales, que permitan la anticipación ante los posibles problemas sociales, culturales, de servicios, cuidado y defensa ambiental del territorio, de una determinación que no se está llevando a cabo en la actualidad y no se está cuidando como corresponde la relación de la actividad turística con las otras actividades productivas y, muy especialmente, con la minera y la salmonera y entender que crecer no es lo mismo que desarrollarse.
Bajo la perspectiva actual se puede crecer, pero nunca desarrollarse sustentablemente como lo amerita una región como Aysén. Para desarrollar una actividad turística sana, es necesario crear balance y armonía entre los servicios y los involucrados ante el uso del territorio. Las críticas al desarrollo del turismo regional han venido aumentado durante los últimos años y vienen desde los mismos visitantes y las operadoras, al no considerarse con la seriedad que se merece la preservación y la defensa del entorno natural y escénico del territorio en general y se han dejado de evaluar los costos ambientales y socioculturales que genera la actividad y la relación con otras actividades productivas, ante la constatación que el turismo no es una industria tan “limpia” como se pensaba o se quiere creer; donde los responsables de formular las políticas en este sentido se concentran únicamente en los efectos económicos de la actividad, ignorando la defensa medioambiental y socio-cultural de la región.
La sustentabilidad de la actividad turística, no es una decisión o una prerrogativa como muchos pueden suponer. En la actualidad dado el panorama nacional e internacional ante el cambio climático y el calentamiento global, la sustentabilidad de una región con las características de Aysén, se ha transformado en una obligación social y en una responsabilidad ambiental de la región y del país; ante un recurso que es de todos y no solo de unos pocos. Los últimos años en términos de desarrollo turístico, ha sido un período marcado por la llegada de nuevos operadores, que han desarrollado diferentes modalidades en la actividad, agrupadas bajo el rótulo de alternativas: tales como turismo de aventura, rural, cultural, ecoturismo, turismo ambiental, fotográfico y últimamente se ha estado desarrollando el turismo científico; indicándonos que es necesario profesionalizar la estrategia en forma coordinada entre el mundo público y privado; además la región ha estado incorporando el turismo de la tercera edad como base de sustentación también.
Ante esta realidad las autoridades, los operadores, empresarios, emprendedores y las comunidades en general, deben entender que el crecimiento de la actividad turística debe ser controlado y el territorio defendido. Crecer es cuando a los empresarios y emprendedores les va bien, y desarrollarse es cuando la región como un todo se hace sustentable y eso no está sucediendo. Aysén debe diseñar un modelo ajustado a sus necesidades, de acuerdo con sus ventajas comparativas, su sello verde y su denominación de origen, proponiendo una oferta diferenciada de calidad, ante una demanda que cada día es más especializada.
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