Hace rato, muchos en Chile optaron -como Rossi- por el disfrute «personal, exclusivo, y próximo en el tiempo» de ese placer sensual, genial, de fumar un caño. Casi como dice el tango, «Fumando espero…», pareciera ser la consigna de un buen lote de chilenos y chilenas, que ansía se resuelva legislar sobre lo que ya han ido zanjando con madurez política y social, países como Holanda, Inglaterra, Canadá y EEUU. Incluso, en naciones vecinas como Uruguay y Argentina.
Por Claudio Díaz Peña (*)
cdiaz@elpatagondomingo.cl / @claudio_diazp
Antes fue la pastilla anticonceptiva, y antes el alcohol y mucho antes el tabaco… Hoy es la marihuana.
Las declaraciones del senador PS, Fulvio Rossi, al reconocer que consume periódicamente y de manera personal cannabis sativa, ha golpeado los prejuicios más porfiados de la sociedad chilena. Tanto, que hablar de legalizar la marihuana en Chile causa pudor, es un tema tabú.
Hace rato, muchos en Chile optaron -como Rossi- por el disfrute «personal, exclusivo, y próximo en el tiempo» de ese placer sensual, genial, de fumar un caño. Casi como dice el tango, «Fumando espero…», pareciera ser la consigna de un buen lote de chilenos y chilenas, que ansía se resuelva legislar sobre lo que ya han ido zanjando con madurez política y social, países como Holanda, Inglaterra, Canadá y EEUU. Incluso, en naciones vecinas como Uruguay y Argentina, la liberalización o despenalización parcial del consumo personal y autocultivo de marihuana se ha justificado como un tema simplemente de libertad responsable, también como un tema de seguridad pública contra el narcotráfico, o bien como una forma de aportar a la salud pública y terapéutica.
La polémica que genera la posibilidad que la ley ampare poder fumarse un pito, un porro, un cogollo, un cigarro de cañamo, es más que intensa. Apreciaciones económicas, sociales, políticas, filosóficas y hasta religiosas se entremezclan.
Ocurrió hace medio siglo con la pastilla anticonceptiva, una droga que planteaba el debate sobre la vida y la muerte. La píldora fue aprobada en mayo de 1960 en EEUU, y no sólo le devolvió el poder a la mujer de ser dueña de su sexualidad, también redefinió para siempre la sociedad moderna, incluido Chile.
Con el tabaco en nuestro país hubo una historia similar. En el siglo XVIII, la corona española estableció el estanco del tabaco en Chile, sólo se permitía venta al detalle y había prohibición absoluta de cultivo por parte de los súbditos. Más tarde con la concesión del estanco del tabaco, naipes y té, a Diego Portales y compañía, se frustró con el contrabando y las plantaciones clandestinas complicaron el negocio. En 1828 se prohibió cultivar tabaco en Chile, y tuvieron que pasar 45 años más para que recién en 1880, se aprobara la ley que estableció el libre cultivo y fabricación de tabaco en nuestro país.
Es claro que en estos temas, se requieren cambios de fondo, “copernicanos” como dijo alguien en Chile hace unos meses, es el enfoque libre de prejuicios el que permite analizar temas como la marihuana u otros como la píldora del día despúes, el divorcio, el aborto terapeútico, la eutanasia o la unión de parejas del mismo sexo.
Porque para que le voy a decir que la cannabis sativa es una planta conocida en África y Asia, hace centurias como medicina, y que incluso era la fibra utilizada para fabricar cuerdas, ropa, calzado y papel.
Para que contarle que el registro escrito más antiguo de la marihuana está en un papiro chino de hace 8 mil años, o que filósofos persas y otomanos estudiaban sus cualidades terapéutica.
Para que agregar que Mahoma -el mismo profeta de Alá- permitió el uso de esta planta alucinógena, pero al mismo tiempo prohibió el alcohol. Y que fueron los españoles los que introdujeron esta controversial sustancia en América en 1545.
Más aún, ni siquiera voy a comentar que la Declaración de Independencia de Estados Unidos, de 1776, fue redactada en un papel elaborado con cannabis sativa. Es más, se dice que sus firmantes habrían sido asiduos seguidores de la cuestionada yerba.
Actualmente en Uruguay, tras despenalizarse el consumo, ahora el Ejecutivo planea legalizar la producción y venta, para que la cannabis sativa sea plantada por los agricultores charrúas. El gobierno uruguayo calificó en junio como una «política exterior» impulsar la legalización de la marihuana a nivel internacional y convencer al resto que se trata de la mejor estrategia para frenar el narcotráfico.
Lo concreto, es que en Chile, la Ley N° 20.000, pena con prisión el delito de cultivar, procesar o vender cannabis. Aunque la misma ley no pena el consumo “personal, exclusivo y próximo en el tiempo», tan ambiguo como paradójico.
Todo ello tiene que ver con la libertad de decidir a que una persona se expone responsablemente. Porque más allá del riesgo que signifique legalizar, no significa que no exista la regulación correspondiente, tal y como ocurre con la venta de automóviles, hay revisión técnica, tramitación del carné para conducir y exámenes previos a los conductores; o para expender alcohol o alimentos altos en grasas saturadas, se supervisa su correcta venta por la autoridad sanitaria y las restricciones a los menores de edad…
¿Y es que se imagina usted, que como en nuestro país las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en la población, se argumentara prohibir la venta de sal, el consumo de papas fritas, de comida chatarra y la venta de cigarros para así eliminar los factores directos que atentan contra su corazón?, ¿Y como los accidentes de tránsito son también un factor de alta mortalidad en Chile, se prohibiera la venta de más vehículos motorizados y se derogara la otorgación de licencias de conducir de aquí en adelante? … Ridículo cierto?
(*) Es Periodista y Editor de Contenidos de EPD Comunicaciones Ltda.
Add a Comment