¿Que hicieron los islandeses? Sin una sola barricada de por medio, renovaron el Congreso y el Gobierno, estatizaron la banca y llevaron a la justicia a los especuladores financieros, todo ello, a través de plebiscitos y referéndum ciudadanos. Hoy los islandeses gozan de los beneficios de una democracia sana, con un sistema financiero al servicio de los ciudadanos y una institucionalidad política 2.0.
Por Jorge Díaz Guzmán (*)
jdiazguzman@elpatagondomingo.cl
En el último tiempo han ocurrido, a lo menos 3 hechos políticos que llaman la atención, porque manifiestan algunos síntomas, que también tiene nuestra enferma democracia chilena. El primero ocurrió en el noroeste de Europa, otro en Sudamérica y el último en América del Norte.
En la vieja Europa nórdica, Islandia, un país pequeño de poco más de 315 mil habitantes, que ha alcanzado altos niveles de desarrollo, en el ámbito económico, social y político, no estuvo ajeno a los problemas relacionados con la crisis económica global y a la indignación de sus ciudadanos.
Los islandeses luego de comprobar que su convivencia se estaba deteriorando, con un sistema financiero preso de la especulación de los banqueros, una clase política que no respondía a los intereses ciudadanos y una institucionalidad, que como la chilena, tampoco era funcional a los grados de modernidad alcanzados por el país, acordaron una cirugía mayor.
¿Que hicieron los islandeses? Sin una sola barricada de por medio, renovaron el Congreso y el Gobierno, estatizaron la banca y llevaron a la justicia a los especuladores financieros, todo ello, a través de plebiscitos y referéndum ciudadanos. Hoy los islandeses gozan de los beneficios de una democracia sana, con un sistema financiero al servicio de los ciudadanos y una institucionalidad política 2.0.
Hace solo unos días, Paraguay vivió un proceso seudodemocrático, donde a través de un juicio sumario de la clase política, imponiendo el poder de la “partidocracia”, se removió al Presidente en ejercicio. La institucionalidad paraguaya, desestimó los acuerdos de Unasur y la OEA, apelando a su soberanía, sin que la población -más allá de algunas escaramuzas- cuestionara el procedimiento, que sacó del Palacio de Los López al hoy ex mandatario Lugo.
Y recién, el domingo pasado, los mexicanos fueron convocados a las urnas para renovar el Congreso y al primer mandatario. Casi 80 millones de ciudadanos, en los 32 estados federales, concurrieron a emitir su voto, sin embargo, pasado ya algunos días desde la jornada electoral, continúan los cuestionamientos al proceso, con acusaciones de fraude, cohecho, intervención de los narcos y sospecha de irregularidades, por parte del servicio electoral mexicano y desde donde la clase dirigente se aferra al poder.
Por estos días en Chile, se debate respecto de la calidad de la política, denuncias de malas prácticas por parte de la elite criolla; ciudadanos que demandan mayores grados de participación en las instancias decisorias; estudiantes que cuestionan las bases institucionales del país; un Congreso deslegitimado y con baja adhesión; una estructura empresarial bajo sospecha y un Ejecutivo, que no logra imponer su propia agenda, todo lo que evidencia síntomas ya ocurridos en Islandia, Paraguay y México.
¿Podemos renovar nuestra democracia ‘a la islandesa‘? Quizá, sea el momento de examinar con mayor atención lo que está ocurriendo en nuestra institucionalidad democrática y observar más el entorno, que nuestro propio ombligo. Tal vez, ese ejercicio sea útil, para aplicar de manera oportuna el antídoto, que pareciera, necesitamos con urgencia.
(*) Es Comunicador Social y Director Ejecutivo de EPD Comunicaciones Ltda.

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