El famoso grupo de países de la OCDE, club al que pertenece Chile, en promedio duplica nuestra tasa impositiva vigente. Aquí las empresas pagan aún un 17% de impuestos, en Nueva Zelanda o Estados Unidos alcanza el 30 y el 35 %, y eso no es todo, los países de la OCDE muestran un 40% menos de desigualdad que Chile. Por eso no se confunda, hay reformas y reformas.
Por Claudio Díaz Peña (*)
cdiaz@elpatagondomingo.cl / @claudio_diazp
Se trata de un “arreglo, modificación o cambio cuyo objetivo es el de mejorar algo”. Así de simple se define el concepto de una Reforma. Sencillamente una modificación que se hace de una cosa para mejorarla, generalmente rehaciéndola o cambiando su forma o contenido.
Pero hablar, por estos días, de Reforma Tributaria es más complejo. Debemos comenzar por preguntarnos si efectivamente se trata de una corrección a lo que ya existía, y si es una propuesta que mejora sustancialmente el escenario actual. Mejor aún la pregunta más correcta sería cuestionarnos quién o quiénes mejoran realmente su situación de aprobarse la iniciativa planteada por el Gobierno. ¿Las personas? ¿las regiones? ¿las empresas? ¿las pequeñas empresas, las grande empresas?
Es curioso, esta semana el gobierno envió el proyecto de Reforma Tributaria al Congreso y se quejó de que no hubiese voluntad de la oposición para un trámite legislativo expedito. Sin embargo, en septiembre del año pasado, es decir, hace sólo 6 meses atrás, la posición era diametralmente opuesta. Tanto el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, como el vocero de la Presidencia, Cristián Larroulet, afirmaban que el crecimiento proyectado para Chile, en los próximos años, era suficiente para sustentar el gasto social, y particularmente en la Educación. Por tanto, no se justificaba una reforma a los impuestos.
Se argumentó incluso, desde La Moneda, que profundos estudios indicaban que subir los impuestos a las utilidades de las empresas en Chile, era dañino para la macroeconomía, que perjudicaba el crecimiento país, y que finalmente un alza en los tributos no necesariamente provoca una mejor redistribución de la riqueza.
Veamos. El famoso grupo de países de la OCDE, club al que pertenece Chile, en promedio duplica nuestra tasa impositiva vigente. Mientras aquí las empresas pagan aún un 17% de impuestos, en Nueva Zelanda o Estados Unidos alcanza el 30 y el 35 %, y eso no es todo, los países de la OCDE muestran un 40% menos de desigualdad que Chile. Por eso no se confunda, hay reformas y reformas.
Como esa de Martín Lutero que en el siglo XVI sacudió como movimiento religioso de renovación a la Iglesia de príncipes alemanes y monarquías escandinavas en Europa. Esa sí fue una reforma en serio.
Porque mejor, ni siquiera pensar en que una vez implementada la actual propuesta de Reforma Tributaria, no surta los efectos sociales que promete y nos demos cuenta -más tarde que temprano- que para corregir la distorsión, será necesario reformar la reforma…
Re- formar es volver a darle forma a algo, re-formar es brindar una nueva estructura, a un sistema, a una ley, a una sociedad. Y es que reforma agraria, laboral, educacional,o constitucional, son palabras mayores, son grandes conceptos que deben apuntar a un beneficio para la mayoría, y no para una minoría. Lo demás -como se ha dicho- son sólo «ajustes» o «reformitas»…
(*) Es Periodista y Editor de Contenidos de EPD Comunicaciones Ltda.
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