Intelectualidad y política
Por Jorge Díaz Guzmán
jdiazguzman@elpatagondomingo.cl
Nuevamente, la encuesta Adimark, dada a conocer esta mañana, evidencia que la popularidad del Presidente Piñera continúa muy por debajo del porcentaje que lo llevó a La Moneda, la pérdida de confianza ciudadana no repunta, no obstante las medidas sociales y económicas que ha tomado el gobierno. Los niveles de desconfianza en la clase gobernante también afecta a los partidos de la oposición y al propio Congreso, donde se debaten las políticas públicas, las propuestas que el gobierno ha planteado para superar la crisis de la educación, y el manejo presupuestario del país.
La ciudadanía percibe que los representantes del Ejecutivo y Legislativo, así como los partidos políticos, no dan cuenta adecuadamente, de las demandas y aspiraciones que hoy se debaten en esas instancias.
En este contexto de descrédito por las instituciones y la denominada clase política, surgen tímidamente nuevos actores con propuestas de diversa naturaleza.
Por una parte, están las organizaciones empresariales, (Sofofa, CPC y SNA) que frente a la indecisión, por ejemplo de una eventual reforma tributaria, donde la autoridad económica no se define respecto si aumentar o modificar el sistema tributario a las empresas y personas, entran en el debate con una mirada que naturalmente defiende sus intereses corporativos; lo propio ocurre, a propósito de reformas jurídicas para endurecer las penas a quienes participan en manifestaciones callejeras, donde ha sido la Corte Suprema la que se sintió interpelada por los emplazamientos que hizo el Ministro de Justicia, obligando al poder judicial entrar en la deliberación respecto de materias propias del Poder Ejecutivo.
Esta incapacidad, que demuestra la clase gobernante, para representar los intereses ciudadanos e implementar políticas públicas donde sea evidente el bien común, es lo que obliga a la ciudadanía a buscar sus propias formas de representar sus demandas a través de acciones de presión.
En este sentimiento de orfandad, por parte de los ciudadanos, se echa de menos, que un sector tan importante de la sociedad no se vincule con mayor notoriedad en el debate de los grandes temas nacionales, me refiero a los intelectuales, aquellos que han dedicado su vida a cultivar el pensamiento, la investigación y la reflexión profunda sobre los fenómenos que afectan a la sociedad.
En los momentos de crisis, es necesario vincular la racionalidad política, la lectura social que debiera ser propia de quienes se dedican a la cosa pública, con la racionalidad que da el conocimiento académico y científico. En nuestro país, la mezcla entre los intelectuales y los políticos hizo posible el dialogo social, que permitió e implementó las grandes transformaciones que el país experimentó en décadas pasadas. Muchos de los actores políticos, esos que construyeron los grandes acuerdos nacionales venían desde la intelectualidad, donde se confundía el político de fuste con el intelectual comprometido con el quehacer nacional.
Es de esperar que la clase gobernante, abra las puertas también al conocimiento, no sólo al técnico, sino que también a aquel que proviene de la intelectualidad, concepto que por estos días no se encuentra en los pasillos del poder.
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