La discología anda suelta…
Por Jorge Díaz Guzmán
jdiazguzman@elpatagondomingo.cl
Escucha el programa Despues D – Lunes 23 de mayo 2011
La movilización social y la clase política = una ecuación sin resultado conocido. Despejar la incógnita de quién capitalizará el descontento de una parte de la ciudadanía es, sin duda, la que está generando desconcierto en la clase política criolla. Si la oposición cree que el descontento manifestado por estos días es contra el gobierno, pareciera estar en un error y si el gobierno cree que la movilización está articulada desde la oposición también parece equivocado.
No existe una lectura social única en lo que ocurre en la opinión pública, que a partir de la aprobación del proyecto HidroAysén salió a la calle y se expresó en diversas encuestas con una postura contraria a lo resuelto en Coyhaique. Las personas que se han dado la molestia de salir a la calle y de señalar que no están de acuerdo con lo resuelto es más que el proyecto hidroeléctrico, es más que manifestarse en contra de la clase política. Pareciera ser un grito a la falta de participación en las diversas decisiones que toman los grupos de poder, entendiendo como tal, naturalmente, al gobierno, a los políticos en general y también a la forma en que se regulan las relaciones económicas en el país.
Da la impresión que la gente común y sobre todos las nuevas generaciones perciben, que el diálogo político existente discute o resuelve los temas sin las variables que ellos consideran importantes, tanto de las políticas públicas, como de las iniciativas empresariales. El déficit de quienes conducen el país no representa adecuadamente los intereses y las consideraciones valóricas de quienes se manifiestan y de quienes se suman al no tener un discurso que sea eco del sentir ciudadano.
Lo ocurrido el 21 de mayo en el Congreso de la República, estuvo cercano a un bullying hacia la institucionalidad y a la tradición republicana de la cual decimos sentirnos orgullosos.
Mientras en las calles las personas manifestaban su descontento por variadas motivaciones, cuyo eje central eran las represas en la Patagonia, nuestros honorables se trenzaban en manifestaciones infantiles de defensas y disonancias corporativas, cuyos efectos se evidencias sólo en ellos mismos.
Al igual que en años anteriores, cuando la UDI y RN defendían al general Pinochet, la Concertación lograba la cohesión que el Ejecutivo reclamaba de sus díscolos parlamentarios, ahora las manifestaciones opositoras en el Congreso Pleno, lograron lo que no habían conseguido desde La Moneda, unificar el discurso en torno al gobierno, sólo con la discología del senador Horvath (RN). Mientras tanto la gente común, sigue sintiéndose huérfana de la clase política.
La agenda de discusión pública, por tanto, tendrá al menos 3 discursos: el que intenta articular el gobierno, el «diálogo sordo» entre la oposición y el oficialismo parlamentario, y las manifestaciones ciudadanas, que no sabemos hasta cuando se mantendrán o quien finalmente le dará una conducción más orgánica, de tal manera, que pueda encontrar un interlocutor que canalice sus demandas.
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