Capellán del Hogar de Cristo analiza qué tan solidarios somos

Hoy la solidaridad es un bien nacional que parece no estar integrado completamente a la cultura cotidiana, pero pese a que los chilenos nos cuesta cada vez menos desprendemos de dinero para ayudar, no es lo mismo al momento de donar tiempo o voluntariado. 

Por Claudio Díaz P.

 

   Hace 15 años, Agustín Moreira Hudson no vislumbraba que estaría a la cabeza de la obra del Padre Hurtado, y menos que lo haría como sacerdote jesuita. Tras titularse de ingeniero agrónomo de la Universidad Católica de Chile, Moreira trabajó por 5 años, 4 administrando un campo en la localidad de Padre Hurtado, una curiosa coincidencia que entendería más tarde al ingresar a la Compañía de Jesús, en 1987, a los 28 años. En 1998, y con 40 años, es ordenado clérigo.

   De paso por Coyhaique, el hoy licenciado en Teología Moral y máster en Bioética en la Universidad de Comillas de Madrid, conversó con EPD sobre la solidaridad, el Hogar de Cristo y cómo vive la Iglesia su actual momento.

 

Cultura solidaria

 

   Un estudio dado a conocer en noviembre por el Centro de Medición MIDE UC de la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica, entregó los resultados del segundo Índice de Solidaridad en Chile, con la colaboración del Hogar de Cristo. El capellán del Hogar de Cristo valora el que exista un instrumento que arroje un indicador objetivo y que dé cuenta de qué tan solidarios somos.

   “Cada año en el día o el mes de la solidaridad la pregunta recurrente de los periodistas era ‘bueno padre somos o no solidarios los chilenos’ y uno no podía sino responder a partir de percepciones… pero la pregunta más de fondo es si es que esto forma parte de nuestra cultura y si es que abarca todas la dimensiones de la persona, y en ese sentido este instrumento que, por primera vez, se aplica en forma mucho más completa, incluye no sólo las donaciones en dinero, si no que las donaciones en bienes materiales como comida, ropa, frazadas y otros enseres y útiles necesarios, y también incluye la donación en tiempo personal”, destaca.

   El informe entregó la segunda radiografía de la solidaridad (la primera fue en 2009), evidenciando que en 2010 el puntaje del índice de Solidaridad Global alcanzó apenas un promedio de 3,3, en una escala de 0 a 10. La medición incluyó aspectos como la donación de dinero, que se sitúa en el valor de 6,  pero baja a la mitad y menos, al consultar por la donación de bienes materiales y de tiempo personal, con un 2,07 y 1,95, respectivamente.

   “Y cuando nosotros analizamos ese instrumento, en una escala de 0 a 10, nuestro nivel global de solidaridad alcanza a 3,3 puntos, por lo tanto lo que podemos decir es que si bien es cierto tenemos conductas solidarias esporádicas, la solidaridad está muy lejos de ser parte integral de nuestra cultura y nuestra forma de ser chilena (…) la solidaridad es un valor muy querido y muy importante en una sociedad, porque da cuenta de la calidad de vida, la calidad de las relaciones humanas”, dice el padre Agustín Moreira. Enfatiza que “aquello que no se mide, no se mejora, hoy día tenemos este instrumento y podemos saber en qué cosas tenemos que mejorar. Y uno de los ámbitos en los que más tenemos que mejorar es en la donación en tiempo, en el voluntariado, en el poder ir fomentando espacios de voluntariado, de servicios gratuitos desde niños, jóvenes, adultos, para que sea una conducta que forma parte de nuestra cultura”. 

 

Pobreza y solidaridad

 

Aunque en 2009 la encuesta Casen evidenció un repunte de la pobreza, en general, los indicadores desde el año ‘90 señalan que en Chile esta realidad ha venido disminuyendo, ¿es posible encontrar una relación significativa entre disminución de la pobreza y disminución de la solidaridad?
   Yo creo que no, al contrario, creo que el desafío es, por un lado, derrotar la pobreza, derrotar la miseria de nuestro país y en eso hemos hecho un esfuerzo enorme, pero nos queda la mitad del camino todavía y en los indicadores del año 2009 tenemos un quiebre, en que aumentan los niveles de indigencia y los niveles de pobreza, aumentó casi 5 puntos. Por lo tanto es preocupante. Entonces, yo creo que tenemos un enorme desafío para derrotar la pobreza, pero a la vez de hacernos más solidarios (…) Se puede terminar con la pobreza, pero ello no implica mejor calidad de vida.

    El capellán ejemplifica que en países más desarrollados como EEUU o España, aunque han podido superar la pobreza, o que sus niveles de pobreza son muy bajos, “tienen niveles de solidaridad muy altos, expresados a través de la donación que las personas hacen, en dinero y sobre todo en tiempo”.

   En la zona, los 2 centros del Hogar de Cristo, Coyhaique y Puerto Aysén, atienden a 400 personas mensualmente, “pero hay aquí 15 mil personas en condición de pobreza por lo que hay mucho espacio para crecer y ayudar”, dice rápidamente el padre Agustín Moreira.

   Pero es evidente que hoy obras como el Hogar de Cristo se han replicado en el país, y son varias las organizaciones e instituciones que apelan a la ayuda de personas, empresas y el Estado. “Cada vez que nace una obra de solidaridad es una muy buena noticia, y hay espacio para existan 20 ó 100 obras más como el Hogar de Cristo, para apoyarlas, la idea es no fagocitarse entre cada una y buscar una forma de trabajar unidos”  

    Respecto al rol del Estado y el sector privado, Agustín Moreira, señala que “ambos tienen un importante papel, el Estado generando las condiciones de educación y capacidad de emprendimiento, no matando el emprendimiento, ni generando una cultura en que se mendigue o se dependa del Estado”.

 ¿Los casos de pedofilia que han afectado a la imagen de la Iglesia Católica inciden también en la mayor o menor solidaridad?
   El Papa ha perdido perdón a las victimas y se ha dicho que estos casos de pedofilia han sido un ‘terremoto’ al interior de la iglesia, un crimen donde personas en que se deposita la confianza han traicionado esa confianza…
   Y por cierto que sí afecta, sobre todo a quienes tiene una fe más débil, pero lo importante es que esto es una oportunidad para centrarse en Jesús, más que creer en personas, es Jesús lo central y en quien depositamos nuestra fe. Sin duda es un dolor y una herida que sangrará por mucho tiempo, pero lo más importante, es que hay que evitar que vuelva a ocurrir.

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