El mosto ya está en tierra patagona y se perfila como ‘el más cercano al polo sur en todo el planeta’. En un formato de plantación no tradicional, las cepas tintas y blancas de este emprendimiento familiar conviven con calafates y la vegetación autóctona de nuestra zona.
Por Jorge Díaz Guzmán
Las primeras vides habrían sido introducidas en la Capitanía General de Chile entre 1541 y 1554. De acuerdo al científico francés Claudio Gay, las plantaciones iniciales se realizaron en la ciudad de La Serena antes de 1548, siendo cosechadas las primeras uvas durante el año 1551. La ubicación exacta las sitúa entre los 42º y 39º latitud sur.
Cuatrocientos 62 años después, por primera vez, se experimenta con cepas en la Región de Aysén, pensando en plantaciones destinadas a la producción de vinos en la latitud 46º 21’ Sur, es decir, en plena Península Levicán, comuna de Río Ibáñez, en la Patagonia central de Chile.
En el cono sur de nuestra América, las experiencias más australes llegan a la latitud 42º 40’, en Argentina. Y al otro lado del planeta está Nueva Zelanda, en latitudes similares a la Península Levicán de la Región de Aysén, donde la industria vitivinícola ha tenido un buen desarrollo, aprovechando condiciones climáticas y agroecológicas análogas. En tanto, en el hemisferio norte las características de la zona de Borgoña, en Francia, así como el norte de Alemania, permiten producciones vitivinícolas de gran calidad, especiales para zonas frías, lo que indica, que el proyecto iniciado en nuestro territorio, por el médico Guillermo Schwarzenberg Schmid debe prosperar.
Para mesas exigentes
Para Samuel Barros, ingeniero agrónomo, enólogo y máster en Viticultura de la Universidad de California, en Davis (EEUU), este proyecto es absolutamente viable y las primeras cosechas de uvas se tendrán el 2012.
“Estamos en presencia de un lugar que ofrece excelentes posibilidades para hacer emerger una producción de vinos a baja escala de gran valor, sin duda, serán muy apetecidos por quienes gustan de vinos especiales, además la marca Patagonia lo instalará en las más exigentes mesas. No hay duda que los pobladores de Levicán podrán diversificar su economía con una alternativa que será muy interesante a nivel local”, dice el experto en viñedos.
Las especies que se plantaron en Levicán son Pinot Noir, Sauvignon Blanc, Chardonnay, Riesling, Syrah y Viognier, todas variedades muy cotizadas por los sommeliers y que se producen con gran calidad en Nueva Zelanda y Francia, principalmente.
Además, el concepto utilizado no invade la flora existente, no se trata de parronales tradicionales, lo que se hace es que puedan convivir las vides con la vegetación existente, algo así como establecer una relación afectiva entre parras, calafates, paramelas, huautros y demás vegetación, una plantación muy poco invasiva, orgánica y biodinámica.
La idea, dice el médico impulsor de la iniciativa “es generar el mínimo impacto, tal como hoy los campesinos de este lugar lo hacen con otras especies frutícolas. Este es un proyecto familiar, que no pretende transformar conductas productivas, pero si poder generar algo integrado a lo que hoy hacen los vecinos de este lugar tan especial, queremos ser parte de esta comunidad, porque hace muchos años venimos a pasar momentos de veraneo y de esparcimiento. Aquí tengo buenos amigos, que conocí cuando era médico rural y queremos mantener esa relación de convivencia tranquila y afectiva, que hemos construido con el tiempo”, señala Guillermo Schwarzenberg Schmid.
Chilean Patagonian Wine
Ciertamente la Patagonia se está convirtiendo en la nueva frontera de la industria vitivinícola. Ya en Argentina hay pioneros en el rubro desde principios de la década, y la provincia de Chubut, en el paralelo 42 y a 300 metros de altura es uno de los nuevos ‘terroir’ en que se incursiona al otro lado de los Andes.
Pero mirando hacia el Pacífico, las vides europeas pareciera que hoy también podrán contar con un refugio que se caracteriza por mesetas con serpenteantes ríos y pequeños valles, entre zonas montañosas y suelos pedregosos y aluvionales.
Aunque a primera vista todo ello parece adverso y amenazante para los viñedos, enólogos y productores han vislumbrado condiciones favorables a partir de variación entre días calientes y noches frías que potencia el aroma de los vinos, y les otorga una “acidez interesante”, donde más que calor es el sol lo más importante en la maduración de la uva. De hecho, los expertos vitivinícolas reconocen en la Patagonia una zona en que predomina el clima frío y los veranos marcados, perfil que ofrece días muy largos, noches frescas y cortas, y una amplitud térmica que puede llegar a los 20° C, con bajas promedios de hasta -8° C ó -10° C, y altas que superan los 30° C.
Se suma a lo anterior el que lo estepario de Aysén también aleja el desarrollo de plagas y enfermedades, favoreciendo la posibilidad de producir cultivos y vinificación de productos orgánicos.
Así, ha sido la audacia de productores que desafían las condiciones de este territorio en el extremo sur del continente, visionando el aprovechamiento de las condiciones para exaltar la uva y su desarrollo.
Todo lo anterior puede implicar un favorable proceso de maduración de la uva. Y es que estas «tierras del viento» se presentan como óptimas aliadas estratégicas para estas auténticas, definidas y patagonas vides.
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