A 3 años del sismo en Aysén

El terremoto que cambio la vida en Aysén

A 3 años del sismo 6,2 grados Richter, rememoramos los 30 segundos más desgarradores del 21 de abril de 2007. Conversamos con 2 sobrevivientes, de las 19 personas que viajaron ese día al fiordo Aysén en la lancha Sur Express, quienes recordaron momentos que aún siguen nítidos.

Por Claudio Díaz P.
Fotos: Agencia Imágenes de la Patagonia, Mabel Velásquez, Hugo Guerrero, Jorge Contreras y Archivo EPD
prensa@elpatagondomingo.cl

   Había un día de sol y faltaban algunos minutos para las 14 horas. Repentinamente comenzó el movimiento sísmico más importante que se ha sentido hasta la fecha en la región. Era el 21 de abril de 2007, y aunque el remezón se percibió en todo Aysén, quienes vivieron la experiencia más extrema fue un grupo de ayseninos que se encontraban en el fiordo Aysén, en pleno epicentro del enjambre sísmico que había comenzado 3 meses antes.
   Diez personas perdieron la vida ese día en el fiordo. Entre ellas el lugareño Evaristo Contreras, su esposa, nuera y nieta, quienes habitaban en el sector de Playas Blancas, y que en ese instante eran visitados por una delegación encabezada por el entonces alcalde de Puerto Aysén, Óscar Catalán, para recibir un radio de comunicación en el contexto de la emergencia telúrica.
   El sismo de 6,2 grados Richter, sumó 2 víctimas de la delegación del alcalde: Ricardo Figueroa y su hija Melissa, quienes fueron arrastrados por las olas de más de 6 metros que azotaron a la pequeña isla de los Contreras. Otros 6 empleados de empresas salmoneras de la zona se contaron entre la decena de desaparecidos.
   “Al llegar nos recibió don Evaristo y yo le hice una entrevista ahí mismo”, recuerda Hugo Guerrero Salamanca, quien es locutor de trayectoria y pastor evangélico. Iba acompañado de su pequeño hijo de 11 años José Ulises.
   “Entonces me subí nuevamente a una embarcación, porque iba a filmar desde ahí cómo se iban todos hasta la casa de don Evaristo, que estaba al otro lado de la playa. Cuando estoy en eso, sentimos como 4 detonaciones y vienen los sacudones”, continúa Guerrero.
   A su juicio, el terremoto fue de 8 ó 9 grados, “no me van a sacar de eso (…) todos estaban en tierra y yo estaba en el bote, ahí don Evaristo me dice: ‘salte del bote, porque seguramente va a venir una recogida de mar’. Y efectivamente, Rubén se queda dentro del bote, yo salto, saco a mi hijo y después el bote se empieza a ir hacia adentro, y este chico salta”.

“Me aferré a un coigüe”

   Guerrero se pone a grabar con su cámara, momento en que le gritan suban a los cerros que se va a producir un maremoto.
“Había ruido, corrí a una puntilla y mi hijo de pronto grita despavorido ‘papá, papá una ola’, me doy vuelta y le digo que suba, otra persona lo tomó de la mano y lo subió por otra parte. Le grito a mi hijo que corra y yo empiezo a correr con la cámara encendida, me subo a un montículo de 2 metros y recorro unos 5 metros más y me encuentro con un cerco que don Evaristo tenía para que los animales no se fueran a la playa, y ahí había un coigüe en el que me subí y me abracé a él, en eso me doy vuelta y digo: ‘¿Dios mío, qué es esto?’”.
   Después de eso, el agua azotó al comunicador social varias veces. “Ahí ya no sé nada de cámara, baterías, nada, lo único que sé es que era agua y no terminaba nunca, respiré una vez, respiré 2 veces, 3 veces, 4 veces, y yo conciente, nunca perdí la conciencia, y dije en ese momento, hay que despedirse no más. Lo único que recuerdo es que abrí los brazos y dije: ‘Dios mío aquí estoy, yo no puedo hacer nada más con esto”.
   Luego de luchar con las olas, Hugo Guerrero es devuelto con furia por el mar al mismo sector costero donde desembarcaron.
“En eso me viene un estado de angustia por mi hijo, empecé a pensar qué le iba a decir a mi esposa cuando llegara sin mi hijo, y lo único que escuchaba era la quebrazón de ramas a mi alrededor (…) de repente oigo un grito, un alarido impresionante que sobrepasa todo los demás ruidos, y pienso que puede ser mi hijo, le grito: ‘¿hijo, eres tú?’, y me responde: ‘si papá, ven ayudarme’”, relata Guerrero.
   Luego de eso Hugo ve a su hijo enredado en unas ramas, tiritando de frío y con su cara magullada. “Me dice: ‘papá, papá sácame de aquí’, y yo le digo: ‘si, hijo esto ya pasó’, lo tomo del brazo y lo levanto, avanzamos un poco y siento la quebrazón, era la segunda ola, y yo me acuerdo que lo apreté dejándole mis dedos marcados, pero la ola me lo quitó igual”.
   La pelea con la fuerza del agua fue intensa –narra Guerrero- “estaba agotado, porque no me pude parar para llegar hasta él, me arrastré. Ahí llegó Lucho Otth, todo magullado con un brazo luxado y me dice ‘párate, anda donde tu hijo’, y eso me dio fuerzas para reaccionar, y me paré y lo subí a otro terraplén”.

Hugo Guerrero y Mabel Velasquez.

“No sabía nadar”

   “No tuve tiempo de plantearme que estuve a punto de morir, pero después de eso me replantíe esto de que si Dios me dejó acá es por algo, o sea todavía tengo algunas cosas que hacer”, así comienza la periodista Mabel Velásquez, su retrospectiva del 21 de abril. Como encargada de comunicaciones del municipio d Aysén, Mabel subió a la lancha que desde Puerto Aysén zarpó a media mañana para llegar pasadas las 13 horas al sector de Punta Tortuga.
   “Yo estudié en Valdivia y ahí tiembla siempre, pero no tiene comparación, menos un tsunami, y yo no sé nadar. Entonces estaba todo listo para que muriera”, analiza hoy la periodista, entendiendo que “los desastres naturales no tiene que ver con temas como la edad, nada, todos somos igual ante eso, estamos igual de expuestos”.
Mabel recuerda que quienes iban navegando en el lanchón tenían un muy buen ánimo, pues el comité comunal de emergencia entregaría un medio de comunicación a un poblador apartado para mejorar su conectividad y seguridad. Se jugaba truco y se tomaba mate en el viaje, precisa.

La tripulación

   En la Sur Express iban junto a Mabel, el alcalde Oscar Catalán; el jefe de obras Hugo Vergara; el jefe de operaciones, Helmut Walter, y encargado de adquisiciones, Jorge Contreras. A los 5 funcionarios municipales, se sumaron Ivonne Montecinos, Rosa Aburto, Hugo Guerrero con su hijo José Ulises, Basilio Becerra, Héctor, el maquinista de la embarcación, Ricardo Figueroa con su hija Melissa; el concejal Renato Bustamante; el camarógrafo Orlando Adriazola; Luis Otth, de Radio Milenaria; Juan Carlos Macias y Marcos Quinao.
   “Luego de llegar, habían pasado 10 ó 15 minutos y me llamaron para que nos sacáramos una foto todos junto a la familia y tembló. Era un día muy lindo. Cuando tembló, algunos arrancaron al tiro y otros se quedaron pegados sacando fotos, yo también me quedé sacando fotos, no pensé que iba a tener tanta magnitud. Hasta que uno de mis compañeros, Hugo Vergara, me empezó a gritar para que me apurara”, cuenta la joven periodista.
   Los segundos contaban, y con un palo de apoyo, varios del grupo lograron subir a una explanada de casi 2 metros de alto para protegerse. “Yo me asusté mucho, porque era desesperante estar ahí, al medio, porque se escuchaba el ruido de las rocas y vino la ola, tengo fotos que saqué de manera inconciente. Llegó un momento en que corríamos para todas partes, y corríamos sin darnos cuenta que volvíamos a la orilla, y don Helmut ordenó el tema, sacó su herencia alemana y nos tranquilizó”.

Embarcación en la que viajó la comitiva al Fiordo Aysén.

   El pánico se había desatado entre muchos y volvió todo caótico. “Estábamos buscando para dónde arrancar, ya habíamos visto la ola y seguía el ruido de las rocas. Helmut iba buscando por dónde ir y yo gritaba para que los demás siguieran mi voz, en eso apareció el yerno de don Evaristo, todo mojado, llorando a mares, sin decir nada, y era porque no alcanzó a avisarles a su señora y a su hijo”.
Mabel está segura que pese a lo confuso del momento hubo aciertos. “Todo fue rápido, unos 5 minutos demoró todo, porque alcanzamos a arrancar desesperados, si lo hubiéramos hecho calmados no alcanzamos, además que la isla era rara, estaba la orilla y después pasto en altura, entonces no podías correr así no más”.
   El grupo se dividió y algunos se perdieron de vista, “otros empezaron a aparecer porque los tiró la ola. Y a mi no me paso nada, ni un moretón”.
   Mabel mira con esperanza lo sucedido. Dice que nunca quiso dar muchas entrevistas ni reclamar beneficios, “hacerme la víctima no es mi opción, creo que hay que mirar esto como un cambio de vida, una segunda oportunidad que tenemos, hoy aprovecho cada momento con más intensidad”.

En reconstrucción

   Guerrero lamenta que a diferencia de canales de tv internacionales, muy pocos medios locales y nacionales se preocupen de lo que ha ido aconteciendo con esta tragedia. “Y eso, obviamente es negativo, desde el punto de vista que le niegan una verdad histórica a una comunidad que necesita saber qué sucedió efectivamente”.

   Con la experiencia y la mirada de 3 años de ocurrida la tragedia reflexiona sobre lo que le ocurre hoy a quienes sufrieron el megasismo en la zona centro sur del país.

  “Me atrevería a decirles lo mismo que dije cuando me rescataron del fiordo, no tengan miedo, yo tengo la confianza en Dios (…) y no nos va a devolver las vidas ni lo que perdimos, lo que vamos a ir recibiendo como retribución es la tranquilidad”. Guerrero sella su reflexión  diciendo que “esta experiencia nos tiene que enseñar a que seamos más unidos, más cohesionados como comunidad, cuesta porque tenemos muchas diferencias, pero debemos aprender que las diferencias que nos marcaron debemos dejarlas de lado, porque no sirvieron de nada provechoso, no queríamos hacer nada el uno por el otro, hasta que vino este sacudón que nos hizo sacarnos la venda de los ojos y finalmente volvimos a abrazarnos”.

   En la misma visión, Mabel Velásquez reafirma que lo importante pasa a ser prescindible y los detalles y afectos algo esencial. “Tras un terremoto, mucho se preocupan de reconstruir casas, puentes y calles, pero muy poco se preocupan de la reconstrucción del espíritu de cada persona, de lo interno, de la reconstrucción personal, de escuchar a la gente, a veces sólo basta eso”.

La ‘pana’ milagrosa

   En algún minuto, entre las 11.30 y  12 horas mientras la embarcación cruzaba el fiordo, tuvo un desperfectoMabel Velásquez recuerda el retraso. “Paramos en un centro de cultivo de la empresa Salmones Antártica, así que bajamos y nos sacamos fotos. Eso fue positivo, analizábamos después, porque llevábamos carne para celebrar con la familia en un asado, y si no nos hubiéramos retrasado habríamos estado todos en la casa, no sé si sobreviviríamos todos”.

   Hugo Guerrero coincide: “siempre doy gracias, hasta hoy, del milagro. Porque el que nosotros hubiésemos retornado está vinculado al cambio de combustible que hizo el maquinista, para mí es la detención del ‘reloj de Dios’ porque si eso no sucede, si llegamos en el tiempo que deberíamos llegar, el terremoto nos sorprende en la casa de don Evaristo, seguramente comiendo asado, tomando mate o en alguna faena preparando la instalación de la antena”.

    Hugo nos recuerda que la casa de Evaristo Contreras nunca se encontró, y tampoco a Johana, su hija que estaba dentro de la casa.

    “Doy gracias a Dios que nosotros volvimos para contar la experiencia, para decirle a las autoridades que sí teníamos razón de que se iba a producir un terremoto, que sí se iba a producir un tsunami, y que decían que no. Nosotros volvimos para contarlo y para decir que la comunidad, sin ser experta, sabía lo que iba a pasar, y eso es positivo porque a partir de ahí podemos construir una sociedad diferente”, concluye.

Memorial escrito

   No olvidar la historia y sus protagonistas, es la tarea de cada territorio, y Hugo Guerrero lo manifiesta con energía, tanto que hoy persigue el objetivo de publicar un libro sobre este pasaje de su vida.

   “La idea es generar un memorial escrito, que llame a la conciencia que nosotros no podemos esconder lo que tenemos por historia, no puede ser posible que tengamos un memorial en el cementerio, no. Tiene que estar a la vista”, explica, agrega que “no podemos olvidarnos de la historia y eso es lo que yo intento en este libro, que cuento con mucho detalle los aciertos, los desaciertos, las penas, las amarguras, las tristezas, los sinsabores, la alegría y la tristeza de quedar solos, absolutamente solos después de pasar esto”.

Ramona Argel, dirigenta de Puerto Chacabuco: “El terremoto nos hizo crecer como pueblo”

Consciente de haber mejorado como dirigenta y como persona, el golpe trágico que afectó al litoral también sirvió para unirse y valorar lo que se tiene con mayor responsabilidad.

    Ramona Argel vivió el terremoto en tierra. Como dirigenta vecinal de Puerto Chacabuco le tocó vivir tensos días entre las exigencias de información y recursos de la comunidad, que transmitía a las autoridades de la época.

Ramona Argel, dirigenta de Puerto Chacabuco.

   “En ese momento nosotros teníamos la carga de los 3 meses de temblores y además el terremoto fue más que doloroso, nosotros no lo habíamos vivido nunca, ni siquiera temblores, entonces fue bastante impresionante lo que pasó. Fue un momento en que quedamos paralizados, esperando no más lo que Dios dijera que iba a venir después”, reconoce con emoción.

   En Puerto Chacabuco no hubo grandes daños o pérdidas, pero de inmediato comenzó la búsqueda frenética de familiares. “Nos fuimos enterando que en el Fiordo se había perdido 2 lanchas, y en los centro de las salmoneras. Entonces empezamos a contactarnos con nuestros familiares, a buscarnos, fue un momento de locura de saber dónde estaban. Yo tenia mi nieto que estaba en la Laguna San Rafael, entonces fue una angustia ¿cómo lo íbamos a hacer?, si venía el mar queríamos morir todos juntos, eso fue lo primero que habíamos pensado, que nuestro destino era la muerte”, recapitula Ramona Argel.

 ¿Qué pasó después del terremoto?

   Después que pasó todo, sabíamos que todavía podía pasar algo más grande, necesitábamos prepararnos, y ahí es donde uno se da cuenta quién es, cómo es, qué es lo que se tiene, como lo debes agradecer, cómo lo debes aprovechar, cómo lo debes valorar y en ese momento comenzamos a valorar nuestro pueblo.

    Junto a otros dirigentes, Argel en una semana recorrió todo Chacabuco, revisando y evaluando los potenciales peligros, zonas de seguridad, cuáles eran las fortalezas y debilidades del pueblo, y de Puerto Aysén, donde el puente era la vulnerabilidad sin alternativa de caminos hacia Coyhaique. “Teníamos temor a los derrumbes en el camino. En todo eso, necesitábamos saber qué teníamos para salir de aquí, y descubrimos que no teníamos barcazas, ni helicópteros. Todo eso nos sirvió, para tomar conciencia, y también para valorar a tu pueblo, ahí nosotros pudimos valorar las bellezas que teníamos y el trabajo, que uno a veces se encierra en sus 4 paredes, camina a la esquina y no ve lo que está pasando detrás, entonces supimos lo que teníamos, sobre todo en la parte humana, empezamos a ayudarnos”.

   Hoy Ramona Argel sigue como dirigenta, es la presidenta de la junta de vecinos Arturo Prat de Puerto Chacabuco, y también del Centro Cultural Nueva Imagen.

   Recuerda que en esos días se dormía hasta con zapatos, “hubo mucho estrés sicológico, que te hace muy vulnerable y escuchas todo lo que te dicen que está pasando, entonces empiezas también a tener conciencia, asegurarte sobre qué es verdad y qué es mentira. Vimos también la parte de fortalecer a la gente, dándole un poco de ánimo, buscando alternativas para sacarla del estrés, pedimos un sicólogo, nos capacitamos en primeros auxilios para que entre los mismos vecinos nos ayudáramos.

 Hubo un momento muy tenso con la llegada de la Presidenta Bachelet, cuando le mostraron banderas negras…
   Nosotros fuimos muy duros con la señora Presidenta y las autoridades que teníamos acá, porque muchas veces no teníamos la información que deberíamos tener. Porque nosotros comprendemos que con la naturaleza, ningún Presidente y ninguna autoridad puede levantar la mano y decir que pare, viene tal como está programado, la naturaleza nos sorprende.

   Pero analizando ahora, después de 3 años, podemos ver que después de muchas cosas que hicimos en ese momento, le pedimos disculpas a las autoridades ya más calmados. Porque nosotros tenemos que ser conscientes que uno se equivoca, pero en ese momento nos unimos más comunidad y autoridades, y fue bonito, así como dicen que en los momentos difíciles es ahí donde florece el amor. Con los vecinos lo hemos comentado, que antes vivíamos a un paso y ni siquiera nos saludábamos, pero en ese momento estábamos todos pendientes: “¿cómo está tu familia?”.

    Ramona evoca la idea que tras la tormenta llega la calma, pero en el momento  de la sismicidad “desnudamos a nuestro país con lo que pasó en Aysén, porque el gobierno tampoco estaba preparado, no había experiencia, no había tecnología, no había nada”.

   Dice que la gente cambió de un día para otro, “el corazón se volvió de carne no de piedra, y en ese contexto quedamos como un pueblo con otro brillo (…) lo hemos analizado, y realmente el terremoto nos hizo crecer, capacitarnos y ser más prudentes en todo, y eso a mi me lo han reconocido, por eso soy todavía dirigenta, pero también fueron bastante duros conmigo (…) la gente te pone a prueba, como en todas las cosas, pero yo me siento conforme”.

 ¿Cuál es el aprendizaje entonces?
    El aprendizaje está en que siempre tenemos que estar con la antenitas alertas, mantenernos siempre despiertos, siempre activos, porque si la tierra se mueve, nosotros tenemos que movernos para conseguir lo que necesitamos, tenemos que exigir, muchas veces hay que ser enérgicos, porque muchas veces nuestra autoridades se quedan un poco dormidas con la placidez de que todo vaya paso a paso, y ahí hay que decir no, aquí hay que apurarse.

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